Salmonicultura y el sur austral
Las autoridades gubernamentales necesitan exhibir mayor conexión con las regiones cuando aborden materias tan sensibles.
Numerosos líderes de opinión de la zona han coincidido en que fue absolutamente sorpresiva la masiva movilización de los trabajadores de la industria salmonera el pasado viernes, ocasión en que se reunieron en Puerto Montt y en ciudades de Chiloé para protestar por un artículo específico del proyecto de ley que creaba el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP) -institucionalidad tan esperada como necesaria-, y que a su juicio y de los gremios del sector, ponía en serio riesgo la actividad por la restricción futura de concesiones y, consecuentemente, el empleo de 71 mil personas de la región. Dos comparaciones para entender lo que hubo detrás de la manifestación: en 2007, cuando la industria del salmón fue golpeada por el virus ISA, la ciudad permaneció relativamente impávida frente a la crisis; mientras que en 2016, hubo otra multitudinaria marcha, con una convocatoria similar a la del viernes, esa vez en apoyo a los pescadores.
En cuanto a lo que ocurrió el viernes, los días previos (cuando varios actores locales ya advertían lo que se avecinaba) y el lunes, en que se rechazó el polémico artículo 158 de la Ley SBAP, quedó el sinsabor de una innecesaria distancia entre La Moneda y la región, teniendo como telón de fondo una ley crucial para el medio ambiente, producto, primero, de la introducción de una indicación cuando la iniciativa ya cumplía su tramitación en el Congreso y, segundo, por lo que fue una nula conexión del Poder Ejecutivo, particularmente del Ministerio de Medio Ambiente, con los trabajadores de la industria. La salmonicultura se ha convertido en un indudable polo de desarrollo económico del sur austral del país, lo que no quita, por cierto, el deber que le corresponde con el cuidado del medio ambiente y su responsabilidad social.
Si el Gobierno hubiese dialogado previamente con las empresas, si se hubiese preocupado de acercarse antes a las organizaciones sindicales, es probable que el conflicto no hubiese escalado al nivel que llegó. Como lo ha señalado el propio Presidente Gabriel Boric, los ministros deben viajar a regiones y empaparse de lo que allí ocurre, que suele ser distinto de lo que se percibe en las oficinas del centro cívico de Santiago. Y si vienen, que no se encierren en las oficinas de la Delegación Presidencial, sino que recorran la zona y dialoguen cara a cara con los destinatarios de las políticas públicas. Es esencial para un buen gobierno.