Los problemas del aislamiento
El calvario por el que pasó una familia chaitenina, tras la muerte de uno de los suyos, tiene que llamar la atención de las autoridades y generar nuevas soluciones.
Tanto las regiones de Los Lagos como la de Aysén deben ser las que exhiben la mayor cantidad de pueblos en el país que viven en condiciones de aislamiento. La propia geografía del sur austral, con una infinidad de fiordos, islas y montañas, condiciona muchas veces la conexión de quienes habitan en en esas zonas con las ciudades más grandes a las cuales pueden recurrir por bienes y servicios. Pero no es sólo la geografía. El clima de esta zona del país muchas veces incrementa todavía más el aislamiento de las familias, que durante buena parte del año tienen que resignarse a un escaso contacto con los centros urbanos, haciendo de su existencia un problema de marca mayor cuando hay emergencias de salud o trámites que en las ciudades pueden ser tan sencillos, como el examen de autopsia a un cadáver.
Esto es justamente lo que le ocurrió a una familia de la península de Ayacara, en la comuna de Chaitén, que se vio obligada a pasar por un triste calvario tras la muerte de uno de los suyos. Mirta Ruiz Soto falleció el lunes, a la edad de 63 años, y en lugar de brindarle oportunamente el sentido adiós, tuvieron que someterse a los designios del infortunio y de las decisiones burocráticas ante la necesidad de un examen de autopsia. Infortunio, porque el médico legista de la zona se encuentra de vacaciones; y burocracia, porque en lugar de que el cuerpo pudiese ser trasladado por vía aérea hasta Puerto Montt, para la autopsia de rigor en el Servicio Médico Legal, la familia debió hacerlo por vía marítima y terrestre. Recién hoy o mañana, luego de ese largo peregrinar, podrán darle sepultura a la chaitenina que falleció en su casa, aparentemente por un infarto.
Así como las regiones reclaman, y con justa razón, por el centralismo en la toma de decisiones y asignación de recursos, lo mismo ocurre en aquellos remotos poblados en comparación con las capitales zonales administrativas. Los chilenos que viven en esos apartados lugares necesitan de soluciones creativas por parte de las autoridades, que permitan subsanar con prontitud la ausencia de un médico legista o el largo viaje con un cadáver en vehículo y barcaza.
Vivir en esas zonas reafirma la soberanía, y como tal, justo es que se les trate con dignidad.