Hundidos en el pantano
Confieso que mi primera reacción cuando vi el video que difundió la diputada Catalina Pérez, declarándose libre de toda culpa y víctima de las circunstancias, fue de pena. Se veía tan desvalida, pálida, casi transparente. Pero luego me di cuenta de que la diputada, siempre tan bien producida ella, se había producido para ese video. Sí, ella que nunca aparece sin maquillaje y sólo vistiendo ropas de colores subidos, esta vez se había presentado sin una gota de maquillaje y vistiendo de un angelical blanco. Y de la pena pasé al fastidio: es que parece que estos muchachos no van a aprender nunca y van a seguir burlándose de nosotros, del resto de las chilenas y chilenos.
Y quizás tengan razón para reírse de nosotros. Después de todo, para ellos todo ha sido muy fácil. Ganaron con sorprendente facilidad centros de alumnos y federaciones estudiantiles, obtuvieron diputaciones y finalmente la Presidencia de la República… todo esto en poquísimos años. No alcanzaron a hacerse viejos en esa tarea. Y lo más notable: lo lograron ¡sin ser nunca mayoría en ninguna parte!
En las elecciones de los centros de alumnos que ganaban, apenas se alcanzaba el quórum de votantes necesario para que las elecciones fuesen válidas (la última elección de la Fech terminó por declararse nula al no alcanzar ese quórum); sus diputados han sido electos con un mínimo de votos y a Giorgio Jackson, el Partido Socialista le regaló su primera diputación, dándole su cupo en Santiago. Finalmente, los seguidores reales del candidato (Gabriel) Boric alcanzaron sólo un 25% de los votos en la última elección y el candidato resultó finalmente electo con los votos de otras fuerzas políticas que lo eligieron por default, sólo para que José Antonio Kast no fuera Presidente.
"con guitarra"
Todo se les dio fácil y hasta ahora todo había sido triunfos… hasta ahora. Porque rápido descubrieron que otra cosa era con guitarra y sus errores políticos (aquellos que sólo eran otra parte del juego en los centros de alumnos), los llevaron a estruendosas derrotas cada vez que el pueblo ha sido consultado plebiscitariamente, y ello ha ocurrido cuando los chilenos hemos sido convocados a las urnas con voto obligatorio.
El gobierno del Presidente Boric finalmente se sostiene sólo gracias a la experiencia y, hay que decirlo, el sacrificio personal de personeros de la denostada -por ellos- centroizquierda. Y como guinda de esta torta de fracasos, ahora los pillaron metiendo las manos al cajón… ellos, que no obstante su sucesión de derrotas, seguían presumiendo de superioridad moral y de estar sintonizados con el sentido de la historia (el Presidente habló de "adelantarse al pueblo", ¿recuerdan?).
Ahora están sumidos en el pantano de una substancia viscosa y maloliente. ¿Sabrán administrar sus derrotas, así como antes, eufóricos, administraron sus victorias? Al parecer no, si la muestra de lo que vendrá es la que nos dio la diputada Pérez, maquillada (o no maquillada) para parecer una virgen doliente.
Y para mayor abundamiento, recordemos que el argumento definitivo que ella dio para demostrar que no podía ser corrupta… fue que era hija de exiliados… ¡y que había nacido en Suecia! Ahí radicaba su superioridad moral.
Tengo decenas de amigos que sufrieron el exilio directamente ellos mismos o en calidad de hijos de exiliados, y estoy seguro de que ninguno acepta ese ridículo argumento. Es más, probablemente se sienten ofendidos por él.
No, no creo que sepan salir del pantano en el que ellos mismos se hundieron. Fueron demasiados triunfos fáciles, demasiado poco tiempo para aprender de la vida. Demasiada arrogancia acumulada.
Superioridad
Yo, muchos de ustedes lo saben, fui dirigente estudiantil en la Universidad Católica de Valparaíso. Como entonces no luchábamos por alcanzar una diputación, una Seremi y menos algún cargo en un servicio público, sino que, en contra de una dictadura, sufrí detenciones y malos tratos por tener esa condición.
Y en todo ese tiempo jamás, ni yo ni quienes estaban en mi condición, nos sentimos superiores a nadie. Mucho menos a las generaciones que nos habían precedido que, sabíamos, habían vivido sus propias luchas.
Queríamos, con ellos, pertenecer a algo más grande que nosotros: un movimiento, un partido, una historia. No queríamos, ni creíamos, ser mejores: queríamos ser iguales. Ellos piensan y sienten exactamente lo contrario.
Y ese aislarse generacionalmente, ese mantenerse aislados en la soledad de su autoasignada superioridad, probablemente los va a mantener en el pantano al que su arrogancia y falta de realismo los llevó.
Lo siento por ellos, pero particularmente por aquellos miles de jóvenes que confiaron en sus promesas.