Una semana de ensueño fue la que vivió en Estados Unidos la basquetbolista puertomontina Betsabé Pizarro. Con sólo 18 años fue parte del selecto grupo convocado a uno de los programas de la NBA Academy, "Basketball Without Borders", que en esta ocasión tuvo como sede la ciudad de Las Vegas y que dentro de sus principios busca potenciar a talentos internacionales.
La otrora seleccionada nacional fue la única chilena en dicho campus y completaron la delegación sudamericana una jugadora argentina y otra uruguaya. Las demás participantes eran oriundas de distintas latitudes del mundo, como Canadá, Francia, Bélgica, Malasia y Letonia. Ahí se llega por nominación en conjunto entre FIBA y NBA, siendo nominadas tanto por sus habilidades basquetbolísticas como de liderazgo y además, que sean parte de un combinado nacional.
El arribo de Pizarro a Las Vegas fue "muy rápido y por lo mismo, no lo asimilé hasta llegar allá", cuenta la deportista y esto, ya que estaba al límite del plazo de confirmación para asistir y nunca le llegó el correo formalizando su participación. Ante dicho escenario fue uno de los entrenadores de la selección chilena quien le avisó que estaba todo listo, por lo que debía hacer maletas y partir de inmediato a tierras estadounidenses.
Al llegar a Las Vegas la barrera idiomática, considerando las distintas nacionalidades, fue un gran desafío para Betsabé Pizarro, sumado al hecho que su compañera de habitación era de Malasia. Al inicio fue un obstáculo lograr entablar un diálogo fluido, pero día a día y ya saliendo de la zona de confort, lograron comunicarse sin problemas, tanto con las entrenadoras como con el resto de las participantes.
Además del entrenamiento, la porteña tuvo la oportunidad de asistir al All Star de la WNBA, es decir, al tradicional juego de las estrellas que tiene la mejor liga del mundo, pero en categoría damas.
-Cuando llega a Las Vegas, ¿cuál fue su primera impresión?
-Asimilé todo cuando llegué allá. Salí de Puerto Montt y se lo comentaba a mis amigas, que al irme no sentí nada, pero cuando llegué sentí como que se me vino el mundo encima, por así decirlo, porque tenía que hablar un nuevo idioma y además, iba a competir con jugadoras de África, Bélgica, Nueva Zelanda o Australia. Ahí me di cuenta que estaba en un grupo selecto de jugadoras que tienen un muy alto rendimiento. Además, creo que todas las chicas de edades tempranas sueñan con llegar allá, ya que es una oportunidad que se da de una en un millón.
-¿En qué consistían los entrenamientos?
-Eran rutinas donde pasábamos por cuatro estaciones: de tiro, de defensa, distintas penetraciones y después, nos enviaban a jugar. En ese sentido formaban equipos donde en el primer día era, por así decirlo, un draft (selección), donde los entrenadores te veían jugar sin ningún sistema ni nada y observaban los resultados. Después, en el segundo, tercero y cuarto día, escogían a las jugadoras para los distintos equipos y se hacía una especie de mini torneo.
-Y en ese draft, ¿con qué jugadoras compartió equipo?
-Quedé con una chica de Bélgica, una francesa, una de Letonia y otra de Canadá. Nuestro equipo era bastante diverso.
-¿Qué fue lo que más le llamó la atención de las prácticas?
-Todavía tengo un momento muy grabado en mi mente y que siento que me volvió a enamorar del básquetbol. Y es que allá te felicitan mucho al innovar en jugadas, salir de la zona de confort y los gringos de verdad te aplauden, te felicitan y te hacen sentir que estás haciendo las cosas bien.
Siento que acá en Chile se pierde un poco eso, en cambio allá te dicen que bueno que innoves, que seas creativa y esas pequeñas cosas, por lo menos a mí me volvieron a encender esa llama. Mi entrenadora siempre nos decía jueguen, pero disfruten.
-De esta experiencia, ¿qué saca en limpio?
-Creo que una nueva visión del básquet. Al volver le comentaba a mis papás que se nota que allá están mucho más avanzados que nosotros y de repente, acá nos quedamos mucho en micro, en lo más chiquitito que nos equivocamos, pero ellos ven más a nivel macro. De hecho, recuerdo una situación de juego: con mi equipo íbamos empatados, robé un balón y al hacer la bandeja la fallé.
Y ante esa misma situación acá en Chile, en un momento decisivo jugadoras que fallen una bandeja es lo peor que puede pasar. Y recuerdo que pasé al lado de mi entrenadora y me decía que no importaba, que me preocupe de defender, porque era la siguiente situación de juego.
-Y después al volver a Chile y analizando todo lo vivido allá, ¿qué cree que le falta al básquetbol chileno para seguir avanzando?
-Siento que vamos por buen camino, pero que faltan pequeñas cositas que podrían hacernos surgir más, como el hecho de tener entrenamientos individuales, pero no personalizados ni uno a uno, pero sí entrenamientos para que las jugadoras tengamos más recursos y no quedarse simplemente en una bandeja o en un pase normal, sino que ir innovando, ya que a medida que se tienen más recursos, al final las situaciones de juego se resuelven por ellas y no necesariamente un entrenador dirá qué hacer para resolver. Es darle los recursos para que la jugadora vea y comprenda cuándo ocuparlo y cuándo no.