En Chile actual, está meridianamente claro que hemos venido sufriendo un prolongado estancamiento, el cual se ha intensificado durante el presente gobierno. Para el año en curso, se espera una disminución del 0,5%, mientras que durante el año 2024 el país apenas alcanzaría un crecimiento levemente superior al 1%. El estancamiento del país es el más acentuado entre las naciones relevantes del continente. Y esto tiene mucho que ver con las negativas señales provenientes desde la actual administración, donde la fallida reforma tributaria sembró demasiadas dudas sobre su real impacto en las personas y empresas, y sigue haciéndolo. Transferir 2,7% del PIB desde el sector privado al sector público para crear nuevas estructuras administrativas y repletarlas de parientes, amigos y correligionarios, es un hecho sumamente negativo. ¿Es esta la nueva versión del concepto "revolucionario" que tiene este gobierno? Por cierto, dicha inmensa transferencia de recursos se podría transformar en otra posibilidad de hacer mal uso de los fondos (corrupción), lo cual agrega más volatilidad a una situación económica y política ya deteriorada. ¿Más impuestos con un desempleo del 8,8% y trabajos informales en cifras récord? ¿O simplemente, se trata de crear una suerte de Estado propio dentro de la nación con fines agitadores, para lo cual no importan mucho las consecuencias socio-económicas?
Las declaraciones de altos personeros oficialistas tampoco ayudan a despejar las dudas de la gente; todo lo contrario, siembran desconcierto y división. Basta que exista una polémica con algún sector de la sociedad, o que surja una fecha importante en el calendario de la izquierda más "dura", para que salgan voces de varios ministros criticando de manera generalizada, y concertada, a quienquiera que sea el rival de turno. El mismo Presidente cae en este juego y actúa imprudentemente, o temerariamente, insultando incluso a personas fallecidas pocas horas antes. Es legítimo pensar entonces que estas situaciones podrían no ser tan espontáneas, como se quiere dar a entender. Si así fuera, se estaría llevando a Chile a una debacle social y política altamente peligrosa.
Me parece que los chilenos y chilenas no quieren seguir alimentándose, nutriéndose, del recuerdo de un suceso que está a 50 años de sus necesidades más básicas, de sus urgencias actuales. No es inoficioso entonces recordar algunas de ellas: seguridad ciudadana, crimen organizado, empleo y salarios, inflación y costo de la vida, corrupción, mal uso de nuestros recursos, salud, etc. Aquí es donde queremos soluciones, y no "cortinas de humo". Es importante tener presente que en el complejo mundo de la economía, y de la política, las confianzas se ganan con hechos concretos; la prosperidad y tranquilidad social no regresan sólo porque algún ministro pide que así suceda.