Correo
Acto de Chacarillas
Con una imagen de fondo de Diego Portales y acompañado por la bandera chilena, posaba el general Augusto Pinochet Ugarte revisando los discursos que pronunciaría en 1977. Entre ellos, el que daría con motivo del acto del Día de Juventud, que se realizaría en el cerro Chacarillas, en el actual Parque Metropolitano.
En este rito ceremonial prendieron sus antorchas 77 jóvenes que supuestamente representaban a la sociedad chilena de entonces, quienes asumían un compromiso con la defensa histórica y proyección del 11 de septiembre. Según señaló un diario de la época, ellos eran la "representación simbólica de la juventud chilena en su compromiso permanente con la tradición y los valores fundamentales del país". Muchos de los jóvenes del aquel momento son los mismos que -50 años después- aún justifican lo sucedido durante la dictadura cívico-militar. En aquel acto se proclamaba que la dignidad de nuestra patria no se hipoteca ante nada ni frente a nadie. Sin embargo, a fines de los setenta y a comienzos de los ochenta, se instauró la liberalización de las importaciones, la desregulación del sistema bancario y la privatización de las empresas públicas. Además, la deuda externa chilena creció un 300%, recursos que no se usaron para generar empleos de calidad ni promover la manufactura innovadora, tampoco para cubrir los extensos requerimientos sociales y culturales de la población. Así, al contrario de lo proclamado en Chacarillas, en la dictadura cívico-militar el desarrollo nacional y la dignidad del trabajo fueron hipotecados ante otros.
A la vez, este ritual fue el hito de inicio de un nuevo orden político-institucional, que se caracterizaba por ser una democracia autoritaria, protegida, integradora, tecnificada y de participación social. Se trata de un proceso concebido en tres etapas: recuperación; transición -que culminaría la Constitución del 80-; y normalidad.
Hoy ese proyecto pareciera recobrar bríos en la derecha chilena. Así se desprende, por ejemplo, de la actuación de los personeros de ese sector en los dos últimos procesos constitucionales, donde bregaron por revivir aspectos de la carta magna de la dictadura, que fue legitimada con la firma de los gobiernos concertacionistas. Una muestra son las indicaciones que buscan mantener su artículo 22, que señala que "los chilenos tienen el deber fundamental de honrar a la patria, de defender su soberanía y de contribuir a preservar la seguridad nacional y los valores esenciales de la tradición chilena. El incumplimiento de estos deberes será sancionado por la ley." Con motivo de la conmemoración de los 50 años, el gobierno ha invitado a los chilenos y chilenas a hacer un ejercicio de memoria para proyectar el futuro de nuestra convivencia democrática. En ese marco, es necesario volver al infausto recuerdo de Chacarillas, que es sólo uno de los ejercicios rituales en torno a los símbolos culturales que se fueron imponiendo en esos años, que se suma a los cambios de nombres de calles y edificios, construcción de altares y prohibición de distintas expresiones.
José Albuccó, académico U. Católica Silva Henríquez
Profanan tumba de Guzmán
Debemos reflexionar, ser más tolerantes y velar por los valores democráticos de nuestra patria. Los discursos de odio y la incitación a la violencia no deben tener cabida en nuestro país, que busca aprender de lo ocurrido en nuestra historia reciente.
Desde la UDI condenamos los recientes actos de profanación y vandalismo contra la tumba del senador Jaime Guzmán, único senador asesinado en democracia por el terrorismo de izquierda. Estos eventos lamentables que se repiten años tras años son un reflejo de la violencia y el odio que algunos sectores intentan imponer en nuestro país.
Yerco Rodríguez, presidente regional Unión Demócrata Independiente
Violencia política
Tras lo ocurrido el día de ayer y los 50 años del golpe de Estado, vemos cómo nos envolvemos cada vez más en la violencia política, pues nuestro Presidente de la República, Gabriel Boric, participó "activamente" junto a Irina Karamanos en la romería organizada por la ultraizquierda de nuestro país, y me pregunto, ¿se dará por enterado que es el Presidente de todos los chilenos y no de un colectivo político?
El verdadero Boric es el que no mide sus acciones, ni sus palabras, es el que entrega en cuerpo y alma para esa minoría que vela sólo por ellos y trabajan constantemente por la división del país. "La violencia es el alma de los cobardes", pues si, como aquellos vándalos y cacerías políticas que profanaron una vez más la tumba del senador y fundador de la UDI, Jaime Guzmán Errázuriz.
Este 11 de septiembre tendremos que tomar palco para ser testigos de cómo una vez más el oficialismo se la juega por destruir una pieza más del rompecabezas de nuestra democracia, el progreso de nuestros familias y de lo construido con mucho esfuerzo estos últimos 30 años. Gracias, supongo.
Javiera Campana
Nunca más
Ayer se cumplieron 50 años del momento en que se desató el fuego aéreo sobre el palacio presidencial y se marcaba así el inicio del terrorismo de Estado, que persiguió, apresó y torturó a miles de chilenas y chilenos por pensar distinto. El 11 de septiembre de 1973, civiles y militares confabularon con una potencia extranjera para derrocar a un presidente democráticamente electo. Acciones de desestabilización que partieron incluso antes que asumiera el presidente Allende, para como dijera Nixon "hacer chillar la economía" chilena.
Pese a la amplia documentación de esa época, aún hay representantes populares de la derecha chilena que con toda impunidad han justificado los crímenes de lesa humanidad. Incluso han tenido la desfachatez de señalar que las violaciones a las mujeres detenidas, por los órganos represores, es parte del "mito urbano".
Giovanni Riffo Fica