Violencia en los colegios
Los episodios de agresiones entre estudiantes se han disparado una vez que regresaron las clases presenciales.
La violencia escolar no es un fenómeno nuevo, pero lo cierto es que el problema se acentuó cuando los colegios volvieron a las clases presenciales. Sólo en Puerto Montt, por ejemplo, ha habido inquietantes episodios de agresiones entre estudiantes en las últimas semanas.
Hasta hace unos años la violencia escolar se manifestaba en ataques de palabra, sobrenombres y publicaciones ofensivas en las redes sociales, entre otras, pero ahora son frecuentes las informaciones que dan cuenta de que niños y jóvenes llevan armas blancas o de fuego a los establecimientos para atacar a sus compañeros. La agresión escolar es una de las situaciones más dolorosas para los niños y sus familias, considerando que los menores muchas veces sufren en silencio el ataque. Lo más probable es que esto comience con colocar un sobrenombre, para pasar a las bromas mal intencionadas, mofarse de un compañero por diversos motivos, hasta llegar al acoso constante y finalmente a las agresiones físicas.
En los últimos años también se ha pasado al ataque a través de las redes sociales. La Unesco ha estimado que dos de cada diez escolares son víctimas de bullying a nivel mundial, una realidad que va en aumento. Es un maltrato que deja huellas físicas o psicológicas en los niños y jóvenes, que en casos extremos pueden llevarlos al suicidio.
La violencia en la escuela es el reflejo de la sociedad. Se tiende a mirar el colegio como un mundo aparte, como si estuviera al margen de la comunidad, pero hay un entorno que hoy es más violento, en la casa, en el barrio, en las calles, y esto se refleja también en las escuelas. Al reinicio de las clases presenciales del año pasado, las autoridades de Educación enviaron a los establecimientos documentos de apoyo pedagógico para iniciar diálogos entre docentes y estudiantes para un trabajo más armónico. Sin embargo, es necesario insistir en que los padres son los primeros responsables de la conducta de sus hijos y, por lo tanto, deben controlar que no lleven armas a los establecimientos. Es evidentemente un tema que requiere conversación en el nivel familiar. Tal vez la solución comience en el hogar. La participación del grupo familiar, de los profesores y de los mismos jóvenes es clave para lograr que mejore la convivencia al interior de las salas de clases.