Mirar hacia el futuro
Apenas cuatro años después de terminada la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos, Canadá y diez naciones europeas crearon en 1949 la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la OTAN, hasta hoy la alianza militar más poderosa conocida por la humanidad. Desde su inicio esta alianza incluyó entre sus integrantes a Italia, que sólo pocos años antes había enfrentado en guerra a algunos de los países que ahora eran sus aliados. Y sólo seis años más tarde, en 1955, la alianza incluyó también a Alemania, el país que había iniciado la guerra y que había enfrentado en ella a todos los que a partir de ese momento eran sus aliados.
Poco después, en 1958, los países europeos que habían participado en esa guerra devastadora que los había enfrentado como enemigos aparentemente irreconciliables, crearon la Unión Europea. Ambas organizaciones, la militar y la económica y política, no han dejado de ampliarse desde su creación y la Unión Europea se ha constituido en la base de la prosperidad de la mayoría de sus integrantes, en particular de aquellos que antes de su integración se situaban en una posición de relativo retraso.
Esos países fueron capaces de olvidar las diferencias que los habían llevado a tratar de destruirse unos a otros sólo pocos años antes, siendo capaces de iniciar juntos una construcción colectiva.
¿Es que acaso habían olvidado su pasado? ¿Es que acaso habían olvidado los millones de muertos que esa guerra significó?
No. Entendieron algo fundamental en cualquier sociedad humana. Siempre hacer todos los esfuerzos por buscar la unidad, el encuentro, la solidaridad, el entendimiento para enfrentar de mejor manera los problemas y desafíos del futuro.
Chile dividido
En Chile, en cambio, hemos dedicado un año completo a recordar diferencias y acontecimientos que nos dividieron hasta llegar a la violencia ¡medio siglo atrás! Y vamos a salir de esa "conmemoración" tan divididos de opiniones respecto de esa situación como estábamos al comenzarlo.
Es cierto, no debemos olvidar nunca los horrores que vivió Chile hace 50 años atrás, que el quiebre de nuestra democracia por la falta de diálogo y de acuerdos son lecciones para las futuras generaciones.
Cuidar la convivencia cívica y fraterna entre nosotros debe ser una tarea constante y continua.
En nuestro país pocas veces, o nunca, somos capaces de detenernos a observar realidades como las que acabo de describir. A entender la voluntad y la inteligencia que se necesitan para dejar el pasado atrás, sobre todo cuando es un pasado que divide y paraliza, y dirigir la vista y todas las energías a construir el futuro. Y así, mientras los países que fueron capaces de dejar atrás sus diferencias, de dejar el pasado en el pasado y de concentrar sus energías en construir su futuro se alejan cada vez más de nosotros, nos mantenemos estancados lamiéndonos heridas que ya debieran haberse cerrado y buscando nuevos motivos para enfrentarnos.
En 2009, el entonces Presidente de Costa Rica, Óscar Arias, que había recibido el Nobel de la Paz en 1987, recordó en la V Cumbre de las Américas que por lo menos hasta 1750 todos los americanos eran pobres y que los había comenzado a diferenciar la Revolución Industrial, que "para América Latina pasó como un cometa y no nos dimos cuenta".
Recordó también que 50 años antes México era más rico que Portugal, que 60 años antes Honduras tenía un ingreso per cápita más alto que Singapur y que todavía, en 1950, Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur.
Esa historia de los países de América Latina es también la nuestra. Siempre siendo sobrepasados, siempre quedándonos atrás por no mirar el futuro como hacen aquellas naciones que nos superan. Y ello ocurre, la mayoría sino todas las veces, porque preferimos enfatizar nuestras rencillas internas en lugar de buscar la unidad que nos lleve al futuro. Es lo que hemos hecho durante este año, mirar el pasado en lugar del futuro.
Oportunidad perdida
Y nuestro rezago se explica también por la mezquindad de quienes buscan sacar pequeñas ventajas incluso de grandes oportunidades. En menos de un año nos estamos enfrentando nuevamente a la oportunidad de dotarnos de una nueva Constitución. Podemos convertir esa oportunidad en la palanca que nos permita dar un salto adelante o transformarla en un hecho banal.
Ya desperdiciamos una primera oportunidad cuando una minoría intentó convertir esa oportunidad en agua sólo para su molino. La ciudadanía los detuvo el 4 de septiembre. Ahora es el turno del otro extremo, que parece querer hacer lo mismo: imponer su mezquino punto de vista, sus valores particulares sobre toda la población. No es imposible que, de no cambiar de actitud, ellos también sean rechazados dentro de poco. Y así habremos perdido otra oportunidad y otro año.
Mientras tanto, otros países nos están adelantando en la utilización del litio como herramienta del desarrollo (cuando comencemos a hacer algo con nuestro litio, probablemente éste ya no será herramienta de nada); lo mismo está ocurriendo con el potencial energético del hidrógeno verde, que desde algunos países europeos lo están descartando.
En definitiva, otras economías están preocupadas de incorporar nuevas tecnologías a la producción y a las relaciones sociales, priorizando mejorar la educación de sus niños y jóvenes, para que como adultos estén capacitados para enfrentar los acelerados cambios tecnológicos de la sociedad actual.
¡La educación, siempre es la educación lo que marca la diferencia entre el subdesarrollo y el crecimiento!
Otros países nos habrán dejado atrás durante los próximos años, mientras nosotros, quizás, estemos conmemorando nuevos aniversarios cada 11 de septiembre. Ojalá me equivoque y todos asumamos que el futuro puede ser mejor para nuestras vidas, siempre y cuando estemos pensando en el futuro.
¿Será tan difícil de entender?