El 6 de noviembre de 1963, el Observatorio Europeo Austral (Eso), firmó un convenio con el Gobierno de Chile para el establecimiento en territorio chileno de un observatorio astronómico. Este visionario acuerdo marcó el inicio de una colaboración que ha traído enormes beneficios al país.
El 11 de octubre pasado se celebró en Santiago la conmemoración de los 60 años de este hito, la que contó con la presencia de autoridades de Gobierno, diplomáticos y miembros de la comunidad astronómica nacional. En el evento, al cual tuve la oportunidad de asistir, se hizo un recorrido por la historia de esta amistad entre la Eso y Chile.
¿Pero cuál es la relevancia para nuestro país de este acuerdo? La Eso es una organización creada en 1962 para impulsar el desarrollo de la astronomía en Europa. Hoy cuenta con 16 estados miembros, todos pertenecientes al continente europeo. Tan solo un año después de su creación, la Eso escogió el territorio chileno para establecer su primer gran observatorio. Aunque la intención original era establecer el observatorio en Sudáfrica, la gran calidad de los cielos del norte chileno inclinó la balanza a nuestro favor. El convenio permitió la entrega de un terreno y las facilidades para su construcción. Como resultado, en 1969 se inauguró el observatorio La Silla, ubicado en la Región de Coquimbo.
Hoy, la Eso opera dos observatorios más: Cerro Paranal y Alma, ambos localizados en el desierto de Atacama. En conjunto, estos tres observatorios nos han colocado a la vanguardia de la investigación astronómica mundial. Como ejemplo, el estudio del agujero negro ubicado en el centro de la Vía Láctea -realizado con instrumentos de la Eso- permitió que sus investigadores recibieran el Premio Nobel de Física en 2020.
Sin embargo, esta amistad no ha estado exenta de dificultades. En las primeras décadas, la entonces pequeña comunidad astronómica nacional comenzó a buscar un mecanismo que garantizara el acceso a estas instalaciones, con miras al crecimiento futuro de esta comunidad. Un trabajo conjunto con las autoridades chilenas permitió que en 1995 se firmara un acuerdo suplementario, el cual otorgó a la comunidad astronómica nacional el acceso al 10% del tiempo total de observación de todos los telescopios asentados en el país, además de la entrega de fondos anuales para el desarrollo de la astronomía en Chile y para apoyar a las comunidades locales.
Este logro impulsó un crecimiento explosivo de la cantidad astrónomos en Chile, pasando de unas cuantas decenas en la década de los 90, hasta los 278 astrónomos profesionales que hoy en día trabajamos desde Arica a Puerto Montt.