El Niño sigue activo y es responsable de esta primavera marcada por la elevada inestabilidad climática: días calurosos y cielos despejados, seguidos por jornadas con alta nubosidad, temperaturas moderadas y precipitaciones en la zona central y centro sur.
Este patrón climático se caracteriza por el aumento de las temperaturas en las regiones central y oriental del Océano Pacífico Ecuatorial, cuyas anomalías se hicieron presentes durante octubre.
La fase cálida de El Niño Oscilación del Sur, comúnmente conocida como El Niño, podría prolongar esta actividad incluso hasta la primavera del hemisferio norte y el otoño en nuestro sur global, de acuerdo con los recientes reportes el Centro de Predicciones Climáticas de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA). Las proyecciones establecen una alta probabilidad, de entre un 75% y un 85%, de un evento fuerte.
Pese a esto, es probable que la actividad de El Niño se modere en la época estival como consecuencia del desplazamiento estacional del anticiclón del Pacífico, cuyo centro de altas presiones tiende a bloquear la entrada de sistemas frontales en el norte y centro del país.
Su menor actividad podría derivar en algo que no es positivo para Chile: precipitaciones normales para la zona central, pero un déficit en el norte, donde entre las regiones de Atacama y Coquimbo ya se experimenta una severa sequía desde hace varios años.
El aumento de temperaturas oceánicas también se propaga a la atmósfera y suele conducir a mayores medias respecto a un año normal, sobre todo en sectores costeros del norte de nuestro país.
Si a este incremento térmico interanual le sumamos el aumento tendencial de temperaturas como resultado del cambio climático y las altas temperaturas estivales -características del clima general de la mayoría de nuestras regiones--, es altamente probable que tengamos un verano más caluroso de lo normal en 2024.
En el contexto de El Niño, el clima templado estival que caracteriza a gran parte de las regiones del país (elevadas temperaturas y bajas precipitaciones), hace prever la ocurrencia de olas de calor de duración variable y condiciones de alta demanda hídrica que pueden afectar significativamente a la población y a los cultivos.
Y no es la única condición de riesgo: la alta demanda evapotranspirativa puede favorecer una baja humedad de suelos y atmosférica, y propiciar las condiciones para la propagación de incendios forestales, tal como hemos observado en los últimos años.
A semanas del inicio del verano, es fundamental que nuestras autoridades, así como también la población civil, estén informadas de las actualizaciones meteorológicas y se adopten medidas a todo nivel para mitigar los probables impactos del fenómeno de El Niño que al parecer no quiere darnos tregua.