El Presidente no quiere que lean diarios
Cuando se mira la historia de lo que ha dado en llamarse "Nuestra Era", no queda más que aceptar que durante mucho más de la mitad de ese período la humanidad vivió en una condición bastante salvaje. Fueron siglos durante los cuales la condición casi permanente de existencia de los seres humanos fue la guerra; y la muerte, de maneras atroces, fue un hecho cotidiano. La tortura se practicaba casi como una norma y el abuso y el despotismo eran la práctica habitual en el uso de la autoridad.
Pero quizás en donde quedó mejor reflejado el carácter bárbaro de esos tiempos es en el hecho de que prácticamente no había posibilidad de resistencia a esos usos y costumbres, porque la población se encontraba dividida en pequeños asentamientos prácticamente sin comunicación entre sí y sometida a una sola fuente de información: la comunicación oral de los vicarios de los diferentes dioses que los seres humanos tuvieron a bien inventar, pues era un mundo en que casi no existía la palabra escrita.
La Iglesia Católica, en gran parte de occidente, terminó por imponer su presencia y subyugar a otras religiones, pero no cambió la forma de las cosas. Lo mismo ocurría en otras culturas y civilizaciones. Los brujos, hombres santos o chamanes fueron substituidos por sacerdotes que decretaban, por el solo imperio de su voz, lo correcto e incorrecto del mundo que los rodeaba. Un mundo, sin duda, oscuro.
No era siquiera imaginable, en aquellos tiempos, un texto crítico, un documento que incitara la reflexión acerca de lo que ocurría. Ni siquiera un mísero panfleto llamando a pensar. Y es que no existía la manera de reproducir palabras o pensamientos de una forma diferente a la fatigosa producción manuscrita del texto que se quería reproducir. Una producción que generalmente tenía lugar en monasterios y estaba a cargo de monjes que no tenían otra tarea, en la vida, que reproducir esos textos. Lo que reproducían, claro, eran los llamados "textos sagrados", que demoraban años en ser elaborados para que pudieran ser leídos por la ínfima proporción de la humanidad que podía hacerlo, la abrumadora mayoría de ellos, unos monjes parecidos a aquellos que los escribían o los pocos señores de la nobleza.
Imprenta
Sin embargo, en 1440, el alemán Johannes Gutenberg terminó de desarrollar la imprenta con tipos móviles para cada letra del alfabeto. Y no obstante que la primera obra impresa, en 1456, fue naturalmente la Biblia, de la cual se imprimieron 180 unidades, en un mundo en que no existían las patentes de invención en muy pocos años la imprenta ya se había expandido por toda Europa.
Fue el momento de la independencia de la palabra escrita, porque en muy poco tiempo se comenzaron a publicar otros libros además de los "sagrados", así como otros textos aparte de libros. Entre ellos destacaron las llamadas "tiradas de prensa", o panfletos que eran hojas impresas con noticias o sátiras sobre determinados personajes públicos. Fueron los primeros periódicos que conoció la humanidad. Fueron los primeros tiempos en que comenzó a democratizarse el conocimiento.
Y así, de la mano de la palabra escrita, la humanidad comenzó a salir de la oscura época anterior. Con la invención de la imprenta se recuperaron los textos filosóficos y científicos producidos durante el período clásico, así como la enorme y sugerente literatura de ese período, todos los cuales habían permanecidos sumergidos en la oscuridad del período precedente. La posibilidad de la impresión y divulgación estimuló también la producción de obras de ficción y así, finalmente, la humanidad pudo tener la "Divina Comedia" y "El Príncipe". Por todo ello ahora conocemos ese momento como Renacimiento. En el Renacimiento surgió la duda, y junto con ello, la libertad. Dudar del orden establecido, dudar de una única verdad.
Como comunicador no puedo dejar de rendir reconocimiento a ese momento sublime en que la palabra escrita se escapó de los conventos y de la mano de los monjes y se volvió universal. El momento en que los seres humanos pudimos comunicarnos masivamente y, sobre todo, el momento en que, por ese medio, pudimos ejercer el derecho más esencial de la humanidad: la crítica. Y también el momento en que se inauguró el instrumento principal de la crítica: la comunicación social, la prensa.
Prensa escrita
Desde entonces la prensa, y por siglos la prensa escrita, ha sido y sigue siendo ese instrumento. Ha sido el medio a través del cual hemos podido comunicarnos y comunicar nuestros pensamientos, nuestras exigencias y nuestras ansiedades. La prensa ha sido, a lo largo de la historia, la mosca que ha zumbado en el oído de los poderosos para denunciar abusos e impedir que se sigan cometiendo. En países como México, hoy día, suman cientos los periodistas asesinados por las bandas del crimen organizado que ellos se han atrevido a denunciar. Y en países autoritarios o dictaduras, no existe más prensa que la que tolera el régimen. Aquellas que entregan noticias sólo amables y complacientes para sus gobernantes, tratando de establecer verdades oficiales.
Por eso, y humildemente desde estas páginas, yo los invito a seguir leyendo la prensa. A seguir informándose y recibiendo opiniones, y a entregar por intermedio de páginas como esta sus propias opiniones. Los invito, en suma, a desoír el lamentable llamado del Presidente de la República, que se atrevió a recomendar no leer más la prensa chilena porque, en sus palabras, dañaban "el corazón" de los lectores.
No le crean al Presidente: los únicos corazones dañados por la palabra escrita son los de quienes quieren ocultar la verdad o los de quienes no son capaces de soportar la crítica.
Porque el Presidente sabe, o debiera saber, que las democracias existen gracias a la prensa, a la prensa libre, cuestionadora del poder, mordaz, aguda, independiente, crítica, pero siempre objetiva.
¡Viva la lectura, abajo la ignorancia!