El valor de la paz social
Leo la prensa extranjera y la opinión es unánime y abrumadora. Los chilenos somos especiales y hacemos cosas raras. En el corto plazo de catorce meses y en plebiscitos a los que concurrió la inmensa mayoría de la población habilitada para votar, nos dimos el lujo de rechazar dos proyectos de Constitución. Y ello sin violencia y en un proceso en el que la única víctima que lamentar probablemente haya sido la verdad, a la que se faltó sin mucho pudor en propagandas y debates.
La misma prensa destaca, no siempre con argumentos precisos, pero sin apartarse demasiado de la realidad, que uno de esos proyectos fue rechazado por su exagerado sesgo identitario y ultraizquierdista y, el otro, por lo contrario, esto es por estar sesgado a la derecha más conservadora. Finalmente, la mayoría de esa prensa destaca también que las chilenas y chilenos eligieron, en consecuencia, "la Constitución de Pinochet".
Esto último, desde luego, es lo más lejano a la verdad porque la Constitución que ha terminado por prevalecer guarda muy poca relación con aquella "de Pinochet" y lleva la firma del Presidente Ricardo Lagos y sus ministros. La conclusión natural de sus análisis, aunque no siempre esos medios internacionales lo expliciten, es que chilenas y chilenos rechazamos los extremos y buscamos nuestro desarrollo en la estabilidad de proposiciones moderadas y equilibradas.
"Nuestras experiencias"
No es extraño que la opinión pública internacional se asombre de nuestras experiencias. Ocurrió con la elección de Salvador Allende, con la derrota de una dictadura en un plebiscito y que esa dictadura aceptó, y con una transición ejemplar que llevó al país a nuevos niveles de desarrollo, donde Chile vivió su ciclo económico y social más exitoso de su historia. Somos nosotros, los que vivimos aquí, quienes al parecer nos impresionamos menos y, me temo, somos quienes menos nos entendemos.
Porque lo cierto es que la semana transcurrida desde el plebiscito del domingo pasado no ha sido precisamente pródiga, entre nosotros, en interpretaciones inteligentes o profundas acerca de nuestro plebiscito. Lo que ha abundado, por el contrario, ha sido la simpleza y la repetición de lugares comunes y todos sacando mezquinos cálculos electorales. No han faltado espíritus ramplones situados en los partidos que apoyaban la opción En Contra, que han querido ver en el resultado del plebiscito un apoyo a sus partidos. También ha habido quienes declaran que se ha recorrido un largo camino para quedar "donde mismo" e incluso quienes reclaman por el costo pecuniario de los dos procesos constituyentes.
¿Quedamos donde mismo? Lo cierto es que sólo un análisis muy mezquino (o algo torpe), puede ignorar que el proceso de reflexión nacional sobre una nueva Constitución se inició en un momento de crisis social en el que el vandalismo y la destrucción callejera parecía superar las capacidades del Estado para contenerlo y en medio de una crisis política que llevó a que se hablara de una posible renuncia del Presidente (la que algunos, como el presidente del Partido Comunista, exigían). Es esa situación la que se superó con esa reflexión ciudadana. No hemos vuelto, pues, a "donde mismo", sino a una situación de convivencia republicana y responsabilidad cívica que deja reducidos a su justa pequeña y sórdida dimensión a quienes alentaban soluciones apocalípticas y refundacionales a nuestros problemas sociales hace apenas un par de años.
"Años de reflexión"
Ciertamente no hemos vuelto a "donde mismo" ni, probablemente, nosotros, todos nosotros chilenos y chilenas, somos los mismos que éramos hace un par de años. Para bien o para mal, esos años de reflexión y, sobre todo, de sentirnos responsables de importantes decisiones respecto de nuestro país, expresadas en plebiscitos constitucionales, nos llevaron a definir posiciones frente a Chile y su futuro de una manera mucho más serena y reflexiva de la que podíamos tener al fragor de los hechos caóticos y violentos de ese momento al que, afortunadamente, no hemos vuelto.
¿Existirá en la historia de nuestro país un momento como el que vivimos en que tantos chilenas y chilenos hayamos hablado tanto de Chile?
De sus sueños, ¿dolores, proyectos, carencias, abundancias?
No lo creo.!
¿Que se gastó mucho dinero en el proceso constitucional? Sí, es verdad que se gastó dinero público en ese proceso. Pero también es verdad que habría sido mucho mayor la cantidad de dinero, de capital social perdido, la que habría resultado de la continuidad de la crisis y del vandalismo que éste traía asociado. Piénsese sólo en el lucro cesante que habría significado la disminución o llanamente la interrupción de la actividad económica que el vandalismo y la incertidumbre de aquel momento traía consigo.
Hoy día hay paz, los problemas se discuten en debates y en sedes institucionales y la actividad económica cuenta, por lo menos, con la seguridad jurídica que le da la mantención de la Constitución de 2005, ratificada en dos plebiscitos. ¿Que se gastó dinero en esos procesos? Sí, se gastó dinero, dinero que quizás deberíamos considerar la inversión necesaria para asegurar la paz social que una minoría intentó subvertir con la violencia.
Y a quienes creen que los resultados plebiscitarios significan apoyos a sus partidos, sólo me cabe recordarles que esos apoyos sólo se constatan en contiendas electorales de carácter político y que, en consecuencia, van a tener que esperar hasta futuras elecciones para saber dónde está radicado el apoyo ciudadano.
Seamos más francos aún.
Nuestro país, el pueblo chileno demostró muchísima mas sabiduría que los polarizados liderazgos políticos, al rechazar dos textos que no buscaban precisamente la unidad del país. Y como en otras ocasiones decisivas de nuestra patria, concurrieron con la tranquilidad que otorga la democracia, y allí solos, en la tranquilidad de la urna, sin violencia, sin estridencia, sólo con la fuerza de un lápiz, en ese acto tan simple se impuso la cordura. ¿La prensa internacional, entenderá alguna vez la idiosincrasia que nos define?