Puerto Montt y sede de Mundial
De concretarse la aspiración municipal, se tendrá que ir a contrarreloj para superar las evidentes brechas que hay en la ciudad.
Bastó que la FIFA anunciara que Chile será en dos años más la sede del Mundial Sub 20 de 2025 para que cada una de las ciudades que cuenta con algún estadio de categoría, comenzara a sacar cuentas y albergar la esperanza de convertirse en escenario de alguno de los partidos que traerá la justa futbolística global. Puerto Montt, ni corto ni perezoso, fue un poco más allá y aprovechando la visita a la ciudad del ministro del Deporte, Jaime Pizarro, declaró formalmente, a través de su alcalde Gervoy Paredes, sus intenciones de conseguir ser sede o subsede del Mundial, habida cuenta del magnífico Estadio Chinquihue, que con razón ha sido mencionado varias veces como uno de los más lindos del orbe.
Empero, tal como lo advirtió el secretario de Estado, representantes de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP) y algunos parlamentarios, el camino es largo y se debe esperar el denominado cuaderno de cargos que hace llegar la FIFA para aspirar conseguir la sede. Lo que hay ahora es una intención declarada, y ante ella, ha de examinarse el estado en que se encuentran hoy tanto el estadio como la ciudad misma, que por razones obvias recibiría un alto número de visitantes nacionales e internacionales.
Por de pronto, el Chinquihue ha sido víctima, en los últimos años, de un triste abandono. Quienes en la última temporada asistieron a presenciar los partidos de Deportes Puerto Montt tuvieron que sufrir con una numerosa cantidad de goteras en las tribunas "techadas", además de insufribles pozones de agua en el sector que lleva hacia los baños. En la cancha, quienes experimentaron el rigor del abandono fueron los futbolistas, por culpa de una carpeta sintética a la que se le estiró demasiado su tiempo de vida, amén del triste estado de los baños.
En cuanto a la ciudad, valga recordar que al menos su zona céntrica, desde el estallido, se ha sumido en un penoso estado, producto tanto de la inseguridad reinante como de la falta de atractivos (sin nombrar siquiera el fantasma de la calle Antonio Varas y una pileta sin agua).
Es muy legítimo aspirar a ser sede del Mundial. Ojalá se dé. Pero las autoridades que asuman este desafío tendrán que trabajar a contrarreloj, con energía e ingentes recursos para superar la brecha de desarrollo. Faltan apenas dos años para el campeonato, y eso, en los tiempos de una ciudad, es nada.