Futuro del Parque Metropolitano
Un proyecto de esta envergadura demanda que las autoridades estén comprometidas a plenitud con su consecución.
Hace poco más de un año, los puertomontinos comenzaron a experimentar el gran cambio urbano que significó el Parque Costanera. Acostumbrados a rehuir del borde costero por la escasez de espacios públicos dignos y de calidad, de un momento a otro, cuando se abrió el remodelado parque para el uso de todos, incluso antes de que fuera formalmente entregado, la población se apropió de él. Los días soleados de enero se engalanaron con decenas de puertomontinos recorriendo el parque, al que también fueron atraídos los incontables turistas que antes, con suerte, se acercaban a contemplar fugazmente el sitio para irse con rapidez.
Con ese recuerdo fresco en la memoria, cualquier novedad, buena o mala, acerca de futuros parques, naturalmente llama la atención de la opinión pública. En ese escenario es en el que se encuentra el anhelado Parque Metropolitano, ubicado en el paño de terreno en el que se ubicaba el antiguo puerto petrolero, por la calle Serrano. Emplazado a pocas cuadras del centro de la ciudad, tal parque, de concretarse, permitirá agregar un nuevo imán para la ciudadanía, ayudando a saldar parte de la deuda urbanística que Puerto Montt ha acumulado en los últimos años, cuando el explosivo crecimiento fue dejando un balance de más cemento que de áreas verdes.
Esta semana, el seremi de Vivienda ha transparentado que se solicitaron fondos al nivel central para avanzar en la materialización del Parque Metropolitano, y que de los $14 mil millones estimados originalmente, probablemente se pasará ahora, con la actualización del proyecto, a $20 mil millones. Aun así, en sus declaraciones ha advertido que un elemento central a resolver será la administración del nuevo espacio público, algo que exige claridades para su manejo y una suma no despreciable de $400 millones al año. Es el mismo debate que se ha originado en torno al Parque Costanera.
Una gestión de este tipo requiere que las autoridades a cargo del proyecto crean ciegamente en lo que están proponiendo. No se trata únicamente del detalle técnico o administrativo, sino que de la convicción que una obra de este calado genera externalidades muy positivas en la imagen de la ciudad y en la vida de las personas. Lo relevante es dar señales potentes en torno a que se la jugarán al máximo por el éxito de la iniciativa, y no a medias tintas.