El cambio de año nos deja siempre un tiempo de análisis y balances del periodo que terminó. En términos educacionales, el año 2023 tuvo múltiples evidencias de un estado de salud debilitado. No sólo hubo cambios de subsecretarios y seremis, sino de ministro. Hubo conflicto con el Colegio de Profesores, magros resultados en pruebas SIMCE y PISA, y un conflicto complejo en Atacama, sin clases regulares por más de tres meses. En síntesis, 2023 no fue un año para celebrar en términos educativos.
De ahí que, este 2024 necesita un fortalecimiento claro del Ministerio, en ámbitos administrativos para mitigar las dificultades que ha traído la instalación de los Servicios Locales de Educación Pública (SLEP). Establecer un trabajo mejor coordinado con el Colegio de Profesores, para dar respuesta a situaciones que siguen sin resolverse del todo, como la deuda histórica y el retraso de años del pago y concreción de las jubilaciones de docentes. Celeridad en la entrega de fondos de fortalecimiento e investigación educativa. Mayor inversión en infraestructura, con prioridad en establecimientos con mayores Índices de Vulnerabilidad Escolar (IVE). Asignación de Fondos especiales para el seguimiento de trayectorias educativas, para disminuir la tasa de abandono escolar provocada en pandemia y, sobre todo, ser más audaces en términos de proyectos de ley. La educación pública y subvencionada requieren de una ley que modifique su financiamiento a la asistencia, por una que se base en la matrícula; es necesario revisar los incentivos a los docentes, valorando los estudios de postgrado, y una ley de apoyo al bienestar docente.
Como país tenemos que seguir mirándonos a nosotros mismos y no ponernos desafíos en relación a los resultados externos, porque al hacerlo caemos en comparaciones que colindan con el absurdo, como cuando se miran los resultados de Singapur, un país que es una ciudad y que tiene menos habitantes que Santiago; o en modo positivo, al compararnos con Perú, cuyos resultados en mediciones internacionales son inferiores a las nuestras, pero que tiene una diversidad geográfica, cultural y poblacional que duplica a la chilena. En resumen, este nuevo año debemos confiar en lo que tenemos, fortalecernos desde los diagnósticos que existen y prioricemos lo fundamental por sobre lo circunstancial. La educación necesita una mirada estratégica y no cortoplacista.