Sobreviviente del ataque de Hamás: "Pensé 'ser chilena me va a salvar', pero no, ellos disparaban nomás"
La agrónoma de 34 años trabajaba en el kibutz Ein Hashloshá, a tres kilómetros de la Franja de Gaza. El 7 de octubre de 2023, hace 99 días, los terroristas entraron a su casa, pero no lograron derribar la puerta del refugio. Escondida bajo la cama, pensaba "qué injusta es la vida, que tengamos que morir por algo que yo no había hecho. Ellos decidieron que yo tenía que morir por Alá", revela ya de regreso en Chile.
"Nací en Santiago, pero a los 17 años me vine a Valdivia a estudiar Agronomía en la Universidad Austral de Valdivia. El año 2014 tuve la oportunidad de hacer una práctica en el kibutz Ein Hashloshá. No soy judía, la posibilidad se dio a través de unos familiares indirectos. Me fui por un mes y medio, pero me dijeron que podía quedarme un año. Israel es muy bueno en agricultura. Decidí congelar la carrera y quedarme.
En ese tiempo me tocó vivir la guerra de Tzuk Eitan (julio de 2014), cuando secuestraron tres chicos y los mataron y empezó una escalada de violencia. Como estamos tan cerca de Gaza, cada casa tiene un refugio, que es una habitación con paredes, ventanas y puertas reforzadas que casi todos usan como dormitorio. Si sonaba la alarma teníamos 15 segundos para llegar al refugio.
Volví a Chile, terminé mi carrera e intenté trabajar aquí, pero sentía que me faltaba algo. Siempre pensé en nuestro desierto, decía 'yo quiero regar el desierto'. Si en Israel pudieron, yo quiero aprender cómo lo hicieron. Escribí al kibutz si había posibilidad de que me aceptaran no como voluntaria, sino a trabajar, y así vuelvo el año 2017.
Entre 2017 y hasta ahora siempre hubo ataques, suenan las alarmas, uno se esconde, mandan misiles, Israel responde. Al otro día se sale a trabajar normalmente, se llega a un acuerdo y se termina todo. Pero esta vez fue completamente diferente. Desde que empezó sentimos que no era normal.
Ese día 7 de octubre era el sabath, que es el día de descanso, porque la semana empieza el domingo. A las 6 y media de la mañana suenan las alarmas. Estábamos en el refugio con mi pareja, Marcelo Cohen, y tomé mi teléfono para grabar, porque lo hacía para contarle a mi familia. Llevábamos 10, 15 minutos con las alarmas sonando, porque por cada misil que viene en tu dirección suena la alarma, y dicen 'color rojo, color rojo'. Podías escuchar las alarmas en los kibutz vecinos. Pensé 'a quién mató Israel', porque siempre encontraban a alguien asociado a Hamás, a la yihad, y Gaza lanza misiles en señal de protesta.
Mi pareja pertenece a la seguridad del kibutz y cuando pasan estas situaciones tiene que encender su radio, tomar su arma. Un cuarto para las siete de la mañana le avisan que tiene que salir. Él es israelí, pero nació en Argentina. Llamé a mi hermana. Le digo '¿escuchas las alarmas?' Sí. '¿Y los disparos?' Sí. Le digo 'debe ser el Ejército, seguro alguien está tratando de entrar'. En la televisión empezaron a mostrar imágenes de otras ciudades, de los terroristas entrando en camionetas. No podía creerlo, no podía entender que habían cruzado la valla.
Se cortó la luz, quedé sin televisión. Cerca de las siete mi pareja vuelve corriendo, había perdido su celular y tenía la cara blanca, blanca, blanca. Le pregunto 'por favor, por favor, ¿qué viste?'. Me cuenta que escuchó tiros muy cerca, se agachó para tratar de entender y ve cuando el jefe de seguridad, Rami Negbi, que era su superior, recibe una bazuca. Vio alrededor de ocho terroristas de Hamás con uniforme negro y la banda verde en la cabeza, armados enteros, con bazucas. Y pensó en que yo estaba sola en casa con la puerta abierta.
Cerramos con llave la puerta de entrada. Por los grupos de WhatsApp de la comunidad y amigas de otros kibutz llegaban mensajes: 'Están entrando a mi casa, están quemando mi casa, por favor que alguien venga, escucho voces árabes'. Una amiga que sí tenía televisión me avisa que había terroristas en mi kibutz.
Yo trataba de pensar por dónde se podían haber pasado, porque trabajo cerca de la frontera, veo las ventanitas de los edificios de Gaza, siempre hay un tanque por ahí. Es una valla de metal con sensores, de unos cinco metros de altura y un muro de 30 metros hacia abajo, también con sensores.
Leía en hebreo los mensajes y pensaba estoy traduciendo mal. Sabía que venían hacia nosotros y solo pedía que antes ya estuviera el Ejército repeliendo. Nos empezamos a enterar de lo que estaba pasando en la fiesta de Re'im, que nos queda al lado. Escribían que estaban bloqueados los caminos, porque los chicos estaban tratando de escapar y los terroristas disparaban a los autos. A las siete y media se empieza a sentir un olor muy fuerte a quemado. Pensé van a quemar el kibutz, nos van a quemar a todos.
Se escuchaban las balas que golpeaban las ventanas de acero de mis vecinos, tin, tin, tin… Yo pensaba cómo no va a haber fuerza en Israel, como no hay un plan B, un plan C... Después me di cuenta de que no solo era mi kibutz, sino todos los de la zona.
Una amiga me escribe que encontró a su hermana en el piso con un disparo en la cabeza, las paredes parecían un colador. Empezaron a circular los