Luis Rojas Quijada: 50 años de trayectoria de un pintor del Barrio Puerto
Entre el 10 de noviembre y hasta el pasado 6 de enero de 2024 se exhibieron poco más de 90 las obras del artista puertomontino. Es tan vasta su trayectoria que, por primera vez en sus 60 años de historia, el principal centro cultural de la región de Los Lagos, el Teatro Diego Rivera, ocupó sus tres salas para un solo expositor, que ha demostrado gran sensibilidad a su entorno y una eterna capacidad da aprender y de enseñar.
Luis Octavio Rojas Quijada nació en Puerto Montt en 1942; es decir, este año cumplirá 84 años. Es uno de los pocos artistas que ha tenido el privilegio de "vivir para el arte", como él afirma, gracias a su perseverancia y a una gran capacidad de autorreflexión, siempre apoyado por su esposa Juanita Ulloa Poblete, enfermera jubilada, con quien tienen dos hijas.
Fue un humilde vecino más, criado en la primera Zona Típica de la capital regional. "Mi barrio siempre fue el Barrio Puerto. Vivía en la calle Constitución, arriba en una calle más chiquitita llamada Colo Colo. Después de eso, fuimos a vivir a Techo para Todos, por 30 años".
Hijo de la educación pública, estudió hasta lo que hoy es 4° medio en el Liceo de Hombres Manuel Montt; luego, ingresó a la Fuerza Aérea, donde trabajó durante nueve años realizando estudios técnicos, retirándose en 1966 para trabajar de manera independiente. En su juventud, cuando Puerto Montt sólo tenía alrededor de 50.000 habitantes, destacó en deportes, siendo seleccionado de la ciudad, jugando en clubes amateur como Estrella Blanca, Aviación y Lintz.
Parte su aventura
A los 31 años y con timidez, se embarcó en la aventura de ser pintor, sin pensar que rápidamente pasarían 50 años de una dilatada trayectoria, en la que como todo artista- ha pasado por diversas "etapas" que se expresan claramente en sus numerosas obras, que tienen que ver con sus propias reflexiones y experiencias.
"Al comienzo, lo único que quería era aprender a pintar. Aprendí de muchos, pero la primera persona que se interesó por mí fue Carlos Laroze (uno de los fundadores de la Asociación de Artistas Plásticos de Puerto Montt). Yo tenía una empresa que fabricaba muebles y él era experto en electrónica. Un día él me dijo: '¿Podrías hacerme un diseño de parlante?'. Así comenzamos a hacer una sociedad. Eso fue finalizando abril de 1973, por lo que tengo una serie de cuadros en honor a él... Me dio una lista de materiales para que comenzara a pintar, así partí", recuerda Rojas Quijada.
Las circunstancias históricas lo obligaron a cambiar de maestro. "En la primavera me dijo que íbamos a salir a pintar, pero vino el golpe militar. No pudimos salir con Carlos, porque a él lo tomaron los militares y le dijeron que se iba a hacer cargo de las comunicaciones. Lo llevaron donde Manuel Wistuba, allá arriba, y le dijeron: 'Llévese ropa, porque no va a volver antes de seis meses'. El 14 de noviembre (de 1973) me encontré con el pintor Flavio Rosas y le conté lo que me pasó. Él me invitó a pintar juntos. Fuimos a Chinquihue, porque no quería que nadie me viera. Él me enseñó a crear todos los colores. A los días, salimos con Juanito Rivera y luego con Manoly".
De angelmó a santiago
La primera etapa artística de Luis Rojas fue inspirada por sus maestros de la escuela de pintores de Angelmó, fundada por Arturo Pacheco Altamirano (1903-1978). "Al comienzo fueron paisajes básicamente, temas de Angelmó y las calles". Al poco tiempo, en 1975, vino un cambio. "Cuando hice mi primera exposición aquí en la Casa del Arte (Diego Rivera) se vendió todo, lo que me produjo un grado de sorpresa, ya que como había investigado sobre los artistas, sabía que Van Gogh había vendido un solo cuadro que además lo compró su hermano. Me hice la pregunta: ¿No será un producto lo que estoy vendiendo en vez de arte? Para responderla en serio, me fui a Santiago. No conocía a nadie, salvo las pinturas de Pacheco Altamirano. Fui a verlo a su casa, me atendió con mucha amabilidad".
En Santiago hubo dos artistas de los que recibió grandes lecciones. "Me encontré con Manuel Gómez Hassan y con Sergio Montecinos, de quienes nos hicimos amigos. A los 33 años vi contenidos distintos y me di cuenta de que tenía que estudiar. Todavía estoy en eso. Tengo una biblioteca grande. Después del viaje a Santiago, me di cuenta de que tenía que salir de la pintura más tradicional. Leyendo a Leonardo Da Vinci, me di cuenta de que el arte es la forma de sentimiento que se expresa a través de la pintura".
Seno del reloncaví
Producto de lo aprendido en Santiago, se inició su segunda etapa artística. "Comencé a pintar el gran paisaje, el paisaje amplio, de grandes espacios. Me puse muy abstracto, eliminando todas las anécdotas. Sol y luz, agua y sol... son las series de las topografías". En paralelo, y por los premios y una distinción que recibió al comienzo de los años 1990 como Ciudadano Destacado por la Municipalidad de Puerto Montt, pudo contar con un amplio taller en un lugar privilegiado por su vista al Seno de Reloncaví: "La municipalidad me entregó un espacio donde construí mi taller. Esta era una placita vacía en Bellavista. Al frente estaba la casa de los Wistuba. La arquitecta Astrid Franz (Teuber) la proyectó. Estuve ahí hasta hace pocos años, pero no lo pasé muy bien. Rompían los vidrios, hacían asados al lado. Una vez entró una persona ebria, hubo problemas, así que decidí dejarla. Ahora tengo mi taller al lado de mi casa, en Valle Volcanes".
Por esta dedicación por completo al arte, Rojas Quijada colaboró activamente a la gestión cultural de Puerto Montt. "Fui miembro muy activo de la Asociación de Pintores de Angelmó cuando comencé a pintar, Manoly me llevó. Como diez años estuve. También formamos la Corporación Cultural (Diego Rivera) con seis personas. Después, empecé a crecer y comenzó a mostrarse mi trabajo en Santiago, en otras ciudades del país y en el extranjero. Tuve más requerimientos y llevo 40 años haciendo clases en el taller. Partí con 20 alumnos y ahora son menos, como 7 u 8. A veces están varios años conmigo".
Su última etapa ha sido "minimalista", producto de una reflexión lenta. "Un día de marzo, cuando el pasto estaba seco, estaba sentado a la orilla del mar. Miro para abajo y vi un universo que sólo lo pisamos. Eso fue hace unos 25 años. Luego vi cómo brotaban los árboles y todavía no era primavera. Dios no se manifiesta en las grandes cosas como nosotros creemos, sino que en lo mínimo también".
El declarado Hijo Ilustre 2018 de Puerto Montt se confiesa feliz. "Tengo una vida fantástica, plena. Mientras más viejo soy, me llevo mejor conmigo mismo y mi familia y amigos. Siempre he sido el mismo". Y defiende con fuerza su identidad de pintor provinciano. "Cobro para mis clases y pinturas como los futbolistas, ellos cobran por distintas cosas: en qué equipo juegan; en qué serie está ese equipo; en los estadios en que ha jugado. Yo no juego en Colo Colo ni en la Católica, quizás soy como la Unión Española. Eso significa que estoy de la medianía para arriba. Cuando voy a Santiago, me atienden muy bien los colegas, porque no soy competencia para ellos. Opté por ser cabeza de ratón y no cola de león. Me siento bendecido y le doy gracias a Dios todos los días, porque con Él todo es posible".