Pablo Ortúzar: Sueños de cartón
Álvaro Pezoa Gutiérrez Profesor universitario Sueños de Cartón Editorial: Ariel 140 Páginas
En poco más de 130 páginas, Pablo Ortúzar (38) nos explica cómo las promesas económicas de los años 90 y de la primera década del siglo XXI en Chile encauzaron la autopercepción de la validación social en la educación universitaria, y trajeron consigo la intuición (errónea, por lo demás) de que un título profesional era garantía de la mejora material.
La saturación de profesionales en el mercado, junto con la creación de instituciones de educación superior sin verdaderos estándares de calidad, precipitó una crisis inusitada que se puede resumir en una triste ironía: en la actualidad, un joven que entra a estudiar una carrera con poco campo laboral, o que estudia en una universidad de mala calidad, puede terminar en una peor situación económica que un joven que saca cuarto medio y elige una carrera técnica o derechamente se pone a trabajar.
Curiosamente, como parte del problema, la "competencia" en el mercado de la educación no ha traído consigo los mínimos requisitos para fundar instituciones de educación superior que formen a sus alumnos con las competencias necesarias para poder conseguir un puesto de trabajo razonable. Por el contrario, el incentivo es perverso: crear carreras universitarias sin empleabilidad (un caso paradigmático es el de Peritaje Criminalístico de la UTEM); generar más matrícula sin una verdadera selección del alumnado (según Ortúzar, en este aspecto la Universidad Autónoma se lleva el primer lugar); convertir las universidades en un quinto año medio prolongado y, más tarde, abandonar a los alumnos a su suerte en el mundo laboral.
Las oleadas de protestas de 2006 y de 2011 habrían terminado de azuzar un contingente relevante de jóvenes a entrar a la universidad con la promesa de la gratuidad como modo de "emparejar la cancha", pero sin selección, sin estándares de calidad, sin asco a la politización y sin ningún verdadero respaldo técnico/económico. Los principales beneficiarios de ambas revueltas fueron los actuales representantes del Frente Amplio, cuyo discurso moralizante, dice Ortúzar, es un claro síntoma de que siguen viviendo en la lógica de la política universitaria, llena de excesos retóricos sin respaldo en los hechos. Por eso el bombo de la gratuidad en la educación superior y la importancia de la educación pública siguen siendo un caballito de batalla para ese sector político. Por eso, en definitiva, hay quienes siguen creyendo que el acceso tumultuoso a la educación superior es garantía de prosperidad y posicionamiento social.
Lo cierto, concluye Ortúzar, es que hay varias generaciones capturadas por el ensueño universitario y élites desconectadas de la realidad. Quizás sea hora de darnos cuenta de que un soldador o un mecánico que hacen bien su trabajo pueden tener un mejor pasar que un ingeniero comercial endeudado gracias a un título inocuo entregado por una universidad espuria.