Lo simple de la nostalgia
Noticia más allá de nuestras fronteras ha sido el retorno de Lorenzo al Chinquihue, un chancho recordado por el país futbolero.
El retorno del chancho Lorenzo a la cancha del Estadio Chinquihue se ha tomado la pauta deportiva local y nacional, como si se tratara de un refuerzo para Deportes Puerto Montt. Está claro que el puerco no tendrá mayor incidencia en lo futbolístico propiamente tal -que hoy ubica al equipo del Pillo Vera en la parte alta de la Segunda División-, pero sí da para pensar qué es lo que pasa. En efecto, durante estos últimos días este Diario ha contado la historia del enorme marrano de cerca de media tonelada de peso y unos dos metros de altura, nacido por idea de trabajadores de una fábrica de embutidos para una Semana Llanquihuana, en la década de los noventa. Fue en ese entonces idea de Francisco "Chamaco" Valdés pedir que el enorme cerdo acompañe al club del Velero, en tiempos en que estaba a cargo de la dirección técnica de Puerto Montt. Así Lorenzo, sin quererlo, se sumó como un personaje más del fútbol chileno, en una cancha muy distinta a la de hoy, donde el barro imperaba y parecía ser el lugar ideal para un porcino. Su presencia acompañó el recordado primer ascenso de Deportes Puerto Montt a Primera División, en 1996. Más allá de lo netamente económico que significa la presencia de Lorenzo, tanto para el club puertomontino como para la fábrica responsable del "traspaso", hoy este ícono emerge como una figura necesaria, de alegría sana, inocente y media zonza, ante un fútbol que se ha transformado, por culpa de los barra brava -en particular de los equipos de mayor convocatoria de Chile-, en un campo de batalla y lucha de poder de delincuentes que dicen querer una camiseta, pero que usan el fútbol como pretexto para ampliar su actuar criminal de la calle a la cancha. De hecho, rara vez a estos grupúsculos, que no son mayoría pero que sí causan daño, les ha importado el espectáculo de la cancha. Paradójicamente, ellos dicen ser la "fiesta", instalando lienzos en los que se recuerdan a sí mismos y no a aquellos que están en la cancha. Phillip Roth, citado por el periodista Esteban Abarzúa en su libro "Soy del Colo", dice que una vez dejó su casa para salir al mundo y que después pasó el resto de su vida escribiendo sobre su casa. Hoy escribimos sobre Lorenzo y los tiempos en que el tiempo pasaba más lento.