Explotación sexual de adolescentes
Urge un trabajo conjunto para desbaratar estas redes criminales que operan en la provincia y la Región de Los Lagos.
Gran impacto causó la detención de dos personas durante este mes de marzo, a quienes se les imputa liderar una red de explotación sexual de niñas y adolescentes en la Provincia de Llanquihue. Las siete víctimas, por ahora pesquisadas, corresponden a usuarias de casas de acogida en la zona, quienes viven ahí para cumplir una orden de protección emanada de un tribunal de justicia. Fueron los propios profesionales que trabajan en estas casas los que advirtieron lo ocurrido y lo reportaron al Ministerio Público. Más allá de los alcances investigativos de la causa en sí, donde destaca nuevamente la aparición de un integrante activo del Tren de Aragua en la Región de Los Lagos, en concomitancia con un chileno, resulta de la mayor gravedad que sean niñas y adolescentes a cargo del Estado, paradójicamente, las víctimas de vulneración en sus derechos -que ya viven esas residencias por lo mismo- y que terminan atrapadas en organizaciones criminales encabezadas por adultos.
Pedro Adrians, director regional en Los Lagos del Servicio de Protección Especializada a la Niñez y Adolescencia, en entrevista con este Diario, se hizo cargo de la paradoja: "Las residencias no son cárceles. Quienes viven ahí están bajo el cuidado del Estado y se vinculan con su entorno: van a la escuela, hacen vida social y realizan actividades en las residencias". Y sobre la naturaleza de estas redes, es enfático: "La explotación sexual se organiza en un modelo criminal estructurado".
Ante este diagnóstico, resulta imperioso fortalecer y coordinar el trabajo de persecución penal por parte de la Fiscalía y las policías, junto a aquellas personas que trabajan en estas residencias de protección, en contra de las organizaciones criminales dedicadas a captar víctimas para ofrecer a pederastas que están dispuestos a pagar para cometer sus felonías.
Todo esto ocurre bajo un contexto en el que la víctima no se autopercibe como tal, puesto que recibe un beneficio -en dinero, artículos o droga- como fruto de una transacción espuria, pactada por adultos. Y son estos últimos los principales culpables de la existencia de estas redes, que buscan una demanda dispuesta a pagar lo que sea.