La felicidad sencilla
Para poder describir sobre las sensaciones que me provocó una experiencia que compartí probablemente con muchos de ustedes hace ya un par de semanas, tuve que buscar entre mis libros una frase de Albert Camus. La leí hace mucho, pero todavía de vez en cuando, como en esta ocasión, vuelve a resonar en mi mente y sobre todo en mi espíritu. Es del libro "Moral y Política" y dice "No vivimos sólo de lucha y de odio… Hay historia y hay otra cosa, la felicidad sencilla, la pasión de las almas, la belleza natural. También son raíces que la historia ignora".
Pensé algo parecido cuando, en nuestro querido Estadio Chinquihue, bajo la lluvia nuestra, la del sur, disfrutaba en un estadio repleto del partido en el que nuestro equipo, el verdadero equipo de todos en nuestra ciudad (y me doy cuenta que repito una y otra vez las palabras "nuestro" y "nuestra", pero así me sentí entonces y así me siento ahora que escribo), el club de Deportes Puerto Montt derrotaba a nuestro también rival de siempre, Deportes Provincial Osorno (rivales, pero también queridos rivales, es verdad).
Estábamos disfrutando un clásico. Un clásico tan nuestro, que probablemente muy pocas personas en el resto de Chile lo conocen y seguramente muchas menos han llegado a ver alguna vez. Y lo disfrutábamos a la manera nuestra, bajo la lluvia, que también es nuestra.
Y fue en un estadio repleto de sureños y sureñas, de familias completas, de las antiguas y de los recién llegados a estas tierras, y fue con abrigos, bufandas, gorros y ponchos, así nomás, como desde siempre ha sido.
Pasión de las almas
Fue un momento de verdadera "felicidad sencilla", como escribió Camus. Una felicidad que se origina en lo que Camus llamó también "la pasión de las almas": la pasión, el amor que nos despiertan nuestro paisaje, nuestro clima, nuestra gente. Incluso nuestros rivales, tan sureños y amantes de la lluvia como nosotros. Era la felicidad que provoca el sentirse rodeado de iguales.
La felicidad de sentir que se pertenece a algo y que ese algo: la tierra, el clima y la gente, nos devuelven también amor.
Mirando y gozando el fútbol esa tarde, riéndome, gritando, quejándome o protestando, que es como se ve el fútbol cuando uno lo disfruta de verdad, rodeado de gente que yo sabía estaba sintiendo exactamente lo mismo que yo, no pude dejar de recordar otras palabras.
Esta vez de Sebastián Abreu, el queridísimo "Loco" Abreu, ahora entrenador y quien, cada vez que le preguntan sobre las decenas de clubes por los cuales jugó como profesional, no deja de recordar con cariño a Deportes Puerto Montt y particularmente a nuestra ciudad y sus gentes y sus costumbres. Ese cariño de Sebastián no es diferente del que sentimos quienes hemos nacido aquí. Porque nuestra tierra, nuestro generoso sur, es también capaz de hacerse querer por quienes llegan aquí en busca de un espacio social y físico en donde hacer su vida. Y hacerla junto con nosotros, disfrutando de lo mismo que disfrutamos el resto de nosotros.
Es tanto nuestro amor, que incluso decimos que nuestro Estadio Chinquihue es el más hermoso del planeta, no nos conformamos con menos, así como también aprendimos de pequeños que nuestra bandera es la segunda más bella del mundo. ¿Exageramos?, puede ser, ¿pero en qué lugar del mundo, en torno a un estadio de fútbol, navegan lanchas y barcos surcando nuevos mares y a corta distancia nuestra isla Tenglo ha sido testigo de nuestros triunfos y derrotas?
El mismo canal de Tenglo que nunca impidió que Leonel Barría, histórico jugador del club, llegara a entrenar y jugar a nuestro estadio, ¡ello con una gran cuota de sacrificio porque lo hacía remando en su bote cada jornada!
Así, esa tarde de fútbol fue sin duda un momento en que cualquier lucha y sobre todo cualquier odio, quedaron lejos. La historia, la reciente y la ya lejana, en la que algunos de nosotros fuimos adversarios de verdad, momentos en los que quizás llegamos a odiarnos, habían quedado lejos.
No habían echado las raíces que sí ha dejado en nuestras vidas la pertenencia a un lugar común, a una manera de ser y de vivir con la que nos identificamos y nos identificaremos siempre, donde quiera que vayamos y hagamos lo que hagamos.
Mientras termino de escribir estas líneas, siento la lluvia golpear sobre la ventana. Me ilumina la débil luz de nuestras mañanas en esta época del año, pero no por ello siento la necesidad de encender la luz eléctrica. De vez en cuando también experimento un escalofrío: es la mañana, que está fría como todas nuestras mañanas también en esta época del año, pero tampoco siento la necesidad de poner alguna calefacción artificial.
Estoy en mi clima, con mi luz y con mi lluvia. Y sé que la gente allá afuera está sintiendo lo mismo que estoy sintiendo yo. Somos los que amamos nuestra tierra como es: con lo bueno, lo malo y lo regular. Somos los que disfrutamos viendo a Deportes Puerto Montt y que con enorme orgullo siempre repetimos que es el club profesional más austral del mundo, aunque juegue en una categoría inferior a la del año pasado.
Categoría que sin duda no nos merecemos, pero no importa, sigue siendo nuestro club. Y Puerto Montt sigue siendo nuestra ciudad, aquella de la que se enamoró el "Loco" Abreu, a pesar del frío y la lluvia. Nuestra ciudad con sus inundaciones ocasionales, con las malas decisiones de algunas autoridades, con las disputas que trae la historia.
Nosotros sabemos que, junto con los problemas y los conflictos, están "la felicidad sencilla, la pasión de las almas, la belleza natural".
Esas que echan raíces más importantes que cualquier diferencia y que siempre nos van a ayudar a superar, juntos, nuestras vicisitudes. Porque somos gente del sur.