Una cálida mezcla de estudiantes expectantes y curiosos, bohemios y asistentes al concierto llenaron los bancos de la Iglesia Luterana de Puerto Montt el jueves 18 de julio para el tan esperado estreno de la "Cantata Sur" del compositor Camilo Silva, la última entrega en una serie de obras de gran envergadura para narradores, solistas, gran coro y conjunto latinoamericano entregadas durante la última década. La presentación fue sin duda un punto culminante y un gran logro no sólo para el compositor, sino también para la Universidad de Los Lagos y la comunidad cultural del sur de Chile en su conjunto.
Esta ambiciosa obra en 11 partes fue compuesta sobre textos demasiado verbosos del radical "colectivo abierto", que consta de los poetas locales aspirantes Hernán Contreras, Pandora Saad, Ariela Santana, Jano Opazo y Nacida Humana. Los amplios temas tratados incluían todo lo que caracteriza la vida tal como la conocemos en el sur: la indeleble e intensa mezcla de lluvia y cemento, bosque y estiércol, abundancia y pobreza, lobo de mar y lancha. El señor Silva traduce consistentemente estas esencias en pequeños fragmentos musicales que se coagulan en secciones espaciosas de vibra general, conglomerados de texturas que se construyen capa sobre capa, a menudo puntuados por frases declamatorias. Su lenguaje musical es esencialmente sureño, una fusión de elementos folclóricos tradicionales y tropos contemporáneos de bandas sonoras de cine, bañados armónicamente en novenas, segundas y séptimas, y en esta obra se pueden escuchar ecos de "Catulli Carmina" de Carl Orff.
Con una duración de 90 minutos, como el pasar del tiempo en el sur de Chile, "Cantata Sur" carece de una estructura claramente perceptible o articulada, significado o dirección. Hay altibajos, algunos momentos más intensos o relajados que otros. Pero solo hay indicios de temas, y el claro significado elude su búsqueda ciega y sin rumbo.
No puede haber un claro comienzo, medio o final en esta música, porque al igual que nosotros, habita un presente continuo. Esta estética se acepta a sí misma tal como es porque no tiene otra opción. No idealiza el pasado ni valora el futuro, sino que, tomando los elementos que tiene a su disposición, sean refinados o vulgares, se construye y se impulsa a sí misma hacia la existencia.
En todo momento los colores están bien concebidos y sus elementos plenamente y brillantemente aprovechados. La representación musical de la lluvia por parte del señor Silva es quizás la mejor que he escuchado, jamás. En general, esta obra es meritoria de todos nuestros aplausos.