De la mayor gravedad han sido los antecedentes conocidos esta semana acerca de la violación cometida a un auxiliar mientras cumplía su turno nocturno en el Hospital de Puerto Montt. Aunque los primeros indicios se ventilaron ya hace un par de semanas, cuando se supo que la Fiscalía estaba investigando este delito cometido en el centro asistencial, fue la querella presentada por el abogado de la víctima la que terminó de exponer un caso que no se circunscribe únicamente al hecho policial en sí, pues el libelo pone en tela de juicio, además, las actuaciones realizadas por las autoridades del hospital una vez que se enteraron de la denuncia.

Tal como se encuentra reseñado en la querella, se está en presencia de un delito sin precedentes en la historia del principal centro asistencial de la región, por cuanto la víctima -el auxiliar-, fue invitada por el imputado, un auxiliar de anestesia, a descansar en la residencia que le correspondía. Mientras dormía, el presunto victimario le habría administrado un sedante al trabajador, aprovechando la inconciencia en que quedó para cometer el ultraje.

Es un caso escabroso e impropio para un recinto hospitalario, hasta donde llegan centenares de pacientes diariamente para conseguir alivio a sus malestares. Médicos, enfermeras, auxiliares y administrativos dan lo mejor de sí cada día para cumplir con esta labor, que por lo demás estuvo fuertemente tensionada en los años de la pandemia.

Por ello es que este caso debe ser aclarado con prontitud. Si hay un violador que se aprovecha de sus conocimientos médicos, tiene que investigársele y ser sometido a un juicio que aplique el mayor rigor de la ley. En este escenario, se hace imprescindible también que haya mayores luces respecto de la calidad de respuesta que dieron las autoridades del recinto ante este caso, más aún si se considera que el senador Fidel Espinoza ha denunciado que en torno al victimario hay una "red de protección".

Tienen que precisarse los tiempos de respuesta del hospital ante la denuncia, las medidas para proteger a la víctima y las que se hayan aplicado hacia el acusado, habida cuenta que se relaciona con colegas y pacientes todos los días.

Es un caso de la mayor gravedad que tiene que ser resuelto en sede judicial, pero también, de cara a la opinión pública, administrativamente en un centro de salud especializado que es de carácter público.

En tiempo reciente el Papa Francisco dijo que la Tercera Guerra Mundial ya había comenzado. El Vaticano está habitualmente bien informado, de modo que de ser así estaríamos en un momento como el que hubo entre 1939 y 1940, cuando los ya conocidos "aliados occidentales" alentaban a Polonia a seguir luchando, mientras ellos no movían un dedo contra los nazis, total, los que morían eran polacos. Ahora un número aún mayor de aliados dice a Ucrania: "Siga peleando compadre, no se fije en gastos ni se le ocurra pensar en la paz". Mientras, ellos siguen acumulando fortunas; total, los que mueren son ucranianos.

La posibilidad de otra matanza a gran escala se hace amenazante; tanto que en las últimas semanas empiezan a aparecer opiniones y análisis respecto de los países que serían los más seguros en tal caso. Me ha llamado la atención que hay dos nombres que se repiten en todas esas listas: Nueva Zelanda y Chile.

Si esta opinión se generaliza, ¿a dónde creen ustedes que arrancará la gente si queda el gran espanto?

Actualmente nuestra política respecto de los inmigrantes se centra en el presupuesto para expulsarlos, pero ¿y si los que vienen en primera fila son nuestros parientes y amigos, los tantísimos chilenos hoy repartidos por el hemisferio norte? ¿Tendríamos que abrirles la puerta o no? ¿Y el resto? Los no chilenos pero igual de necesitados, igual de náufragos, igual de desesperados. ¿Seríamos tan crueles como para cerrarles la puerta en las narices?

Como país tenemos vasta experiencia en socorrer y albergar a damnificados por catástrofes varias, que ahora preferimos mirar para otro lado y dejar que "el mercado regule", es harina de otro costal.

Esto en cuanto a un primer aspecto del asunto, el otro punto es cómo se las arreglaría nuestra dispersa parentela para escapar hasta este refugio.

Ocurre que nuestro servicio consular es un desastre, no tienen idea de cuántos chilenos hay en cada país, ni quiénes son, ni dónde están, ni cómo ubicarlos; mucho menos cómo reunirlos y evacuarlos.

Nuestras autoridades se ufanan de realizar simulacros de evacuación ante amenazas totalmente improbables, aquí en Puerto Montt tenemos la experiencia. ¿Qué tal si para variar se enfocan en algo que sí puede ocurrir? Hagan el ejercicio de imaginar cómo evacuar a los chilenos residentes en países que seguramente serían arrasados en una guerra con uso de armas de destrucción masiva; de países como Alemania, Gran Bretaña, Israel o Polonia, por nombrar algunos, donde quedarían sólo escombros radiactivos.

¿A cuáles puertos haríamos llegar los grandes cruceros que habríamos arrendado para evacuar a tanta gente? ¿Cómo habríamos hecho llegar las personas a los puertos?

Más vale que lo vayamos pensando, no sea cosa que en una de esas el Papa tenga razón.

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