Vinko Tomicic: "Esta película cuenta una historia que trata sobre la orfandad"
CINE. Esta semana se estrena en salas nacionales "El ladrón de perros", ópera prima del cineasta chileno rodada en La Paz.
Amelia Carvallo
Esta semana se estrena en salas nacionales "El ladrón de perros", ópera prima de Vinko Tomicic que protagoniza Alfredo Castro y Franklin Aro como dos silenciosas almas que deambulan por las calles del casco histórico de La Paz, en Bolivia.
Castro es el señor Novoa, un sastre que vive con su perro, y Aro es Martín, un lustrabotas adolescente que busca afecto y contención. En las adoquinadas calles de la ciudad el chico planea robar a Astor, el perro de su mejor cliente, un acto que desencadenará un viaje interior en una ciudad detenida en el tiempo.
Historias para hacer
Tomicic nació en Antofagasta y se crió en Coquimbo, al terminar el colegio estudió en Santiago dos años Ingeniería en Sonido y de ahí partió a estudiar Diseño en Imagen y Sonido a la Universidad de Buenos Aires, pero terminó cambiándose a Cine. "Yo descubrí el cine a los veinte años, antes no. En Coquimbo el único cine que había lo demolieron para hacer un supermercado. Cuando descubrí que había un cine que no era solo explosiones y super héroes, me encanté porque encontré que eran historias que yo podía hacer".
-¿Qué te llevó a esta película?
-Esta película cuenta una historia que trata sobre la orfandad, es el retrato de alguien que está dispuesto a hacer algo imposible por lograr su cometido, por salir de su condición adversa. Eso es lo que a mí me interesa en el cine, quería desarrollar de forma sensible su conflicto para entender de dónde viene esa necesidad, esa búsqueda y ese deseo, donde la ética y lo moral pasa a un segundo plano.
-Y tú, Alfredo, ¿cómo te involucraste en esta película?
-Fue Vinko quien me convocó a participar de su película. Todo partió cuando me mandó el guion y me pareció muy interesante este retrato de un joven lustrabotas, me pareció que estaba muy bien contado y el señor Novoa, quien era mi personaje, me pareció un ser muy profundo y atractivo de hacer para mí como actor.
-¿Cómo fue el proceso posterior?
-Estuvimos varios meses conversando sobre la película vía Zoom y después viajé a La Paz para filmar el trailer de la película, allí conocí a Franklin, que me pareció muy sensible, muy apasionado por actuar y por el proyecto. La filmación para mí fue dura en momentos, por la altura de La Paz, pero muy grata por el equipo que contagiaba la pasión y necesidad de filmar esta historia.
Los lustrabotas
Vinko recuerda que fue en 2015 cuando visitó La Paz y vio en sus callejuelas el imaginario de esta historia que tenía en mente. "Además, el oficio del lustrabotas tiene un poder simbólico, el lustrar los zapatos es como lavar los pies, tiene un peso simbólico muy fuerte, el trabajo de los lustrabotas es un oficio masivo, popular, se pueden encontrar en todas las esquinas, la mayoría son niños y se caracterizan porque usan pasamontañas, cubren su rostro porque es un oficio discriminado, es mal visto ser lustrabotas, casi peor que ser ladrón. Esa imagen fue para mí una metáfora visual: un chico que trabaja con su rostro cubierto y le lustra a un cliente que es un hombre solitario cuyo único lazo afectivo es un perro", recuerda.
Por cierto, llegar a Franklin Aro fue un proceso largo de casi tres años haciendo castings hasta que dieron con este joven lustrabotas que lo hizo increíble, tanto así que ahora está estudiando cine y con Vinko ya planean su futura película que será una road movie que transcurre entre La Paz y un remoto pueblo andino llamado Pelechuco.
-Pareciera, Vinko, que dejaste los pies recorriendo La Paz. ¿Cómo fue el uso de las locaciones?
-Para mí es muy importante y me interesa mucho retratar los lugares. Yo nunca he filmado en Chile, hasta el momento, para mí es muy importante hacer un trabajo muy exhaustivo de reconocimiento del lugar, de impregnarse del lugar con su energía, con sus colores, su luz. Entonces para eso fueron estos seis años en Bolivia donde todos los días salía a caminar por horas, y así fui construyendo mi propia ciudad de La Paz, descubriendo las particularidades de su luz, por dónde sale y por dónde se esconde el sol, es una ciudad que está a 3200 metros de altura es un sol casi de mediodía, muy alto.
-¿Hiciste buena dupla con la cinematografía de Sergio Armstrong?
-Sí, para mí es un maestro, su experiencia es impresionante y creo que se ve reflejado en la película, disfrutamos mucho retratando la ciudad y fue un gran compañero, hoy en día un gran amigo.
-Queda la impresión de que La Paz es una ciudad sin tiempo.
-Eso fue algo que me llamó mucho la atención. El centro, el casco antiguo de verdad que parece reposar en el tiempo, no solo desde la arquitectura, sino que también desde las costumbres, hay sastres, lustrabotas y los niños se visten de forma elegante, con zapatos y chaquetas, parece que resiste a la globalización, aunque hay una zona muy moderna. Esa parte de la ciudad está como detenida en el tiempo y me dio algo de nostalgia de mi infancia en el centro de Coquimbo.