Apaga la tele, enciende la noche
Carlos Reyes , Director de www.viajealsabor.cl
Decir que no existe un alza delictiva en el Chile actual es tapar el sol con un dedo. Decir que existe, sin los debidos matices, es más o menos lo mismo. Un hecho criminal, cómo no, es un acto llamativo y que mueve a la sociedad, a la autoridad y a los medios informativos, a estar en alerta. Aunque las maneras de hacerlo, sobre todo por buena parte del espectro de comunicadores masivos nacionales, mueve al cuestionamiento.
No es necesario recurrir a estadísticas para constatar que a diario, casi al instante, el reporte de los hechos criminales copa portales informativos, radios y sobre todo la televisión, que estira y estira durante todo el día notas que, antaño, apenas duraban poco más de un minuto en pantalla. ¿Se justifica?
Ok, la noticia, para un periodista, trata de una excepción a la norma. Entonces y visto por el lado amable, tal vez sea positivo que la avalancha noticioso-delictual que nos cruza se aborde como tal. Si no fuera llamativo, tal vez estaríamos frente a un peligro mayor.
Dicho eso, un medio también es una empresa que, en Chile, compite en un libre mercado donde -por así decirlo- el activo delictual indudablemente cotiza en alza desde hace ya varios años. Es tanto un reflejo de la realidad, sí, pero también negocio.
Visto de ese modo, algunas marcas y también figuras con pose de francotiradoras, cómodamente instaladas en sus estudios, ganan notoriedad y acaparan la torta publicitaria. Se trata de excesos cuyas consecuencias se aprecian en la calle. Sobre todo quienes mantienen comercios y viven la doble carga de una posible defensa frente a un delincuente, como también del temor de antiguos clientes, reticentes de ocupar un espacio público hasta hace bien poco orientado al ocio, al sabor.
La sobreinformación de lo delictivo afecta a la gastronomía y la vida nocturna en muchos barrios y zonas urbanas de todo el país. Allí se enfría la comida, el hielo se derrite en sus vasos, esperando una clientela llena de temores, muchas veces injustificados. Casa día son menos los lugares con cocinas abiertas hasta la medianoche (y ya se sabe: bebida con comida y no sólo bebida a secas estimula la templanza). Barrios como el centro puertomontino, del plan de Valparaíso o Viña del Mar, junto con sectores capitalinos como Yungay o Pedro de Valdivia, hoy se guardan temprano. Demasiado. Se pierden oportunidades laborales, de trabajo honesto y diverso, en torno a una actividad que mueve a centenares de miles de personas de norte a sur.
Quizá los gremios gastronómicos y nocturnos puedan afrontar esta zona gris en medio de la crisis de seguridad. A buena parte de los medios masivos les cuesta más. Sólo queda, dentro de lo que se pueda, invitar a encender la noche y apagar por un rato la tele. La pantalla no es todo.