Redacción

El Consejo de Defensa del Estado (CDE) solicitó oficialmente acceso a los mensajes y chats extraídos del teléfono celular del abogado Luis Hermosilla, principal imputado en el caso Audios, tal como se le permitió conocerlos a la defensa del abogado.

Según informó el organismo, en su calidad de "querellante institucional en representación del interés público" le solicitó a la Fiscalía la "entrega de todos aquellos registros que estén relacionados con eventuales delitos que pudieran dar lugar a su intervención".

"Es decir, todos aquellos cometidos por funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones y/o que puedan provocar perjuicios al patrimonio fiscal, de modo de someterlos a la valoración acabada y rigurosa que requiere el ejercicio de la persecución penal en representación del Estado", destacó el CDE.

La solicitud fue ingresada el jueves al sistema electrónico que dispone el Ministerio Público, y comunicada de manera personal al fiscal nacional, Ángel Valencia, por el presidente del organismo, Raúl Letelier, y el abogado consejero Daniel Martorell.

Letelier expuso que "el Consejo tiene competencia de los delitos cometidos por funcionarios públicos en ejercicio de sus funciones y de todos aquellos que pudieran provocar perjuicios al patrimonio fiscal".

"No es delito"

Mientras que respecto del caso que ha involucrado al exministro del Interior Andrés Chadwick, el jefe de la bancada de la UDI, su partido, Gustavo Benavente, lo defendió.

El exjefe de gabinete fue vinculado debido a una llamada que hizo para interceder ante la Comisión para el Mercado Financiero a favor de la empresa Factop, de propiedad de los hermanos Daniel y Ariel Sauer, ambos en prisión preventiva por el caso audios, cuando estaba sancionada.

Ayer el legislador afirmó que "saltarse la fila no es delito. Puede ser que saltarse la fila no es lo más adecuado, pero no hay nada oscuro en ella (la intervención) y tampoco hay nada que pueda presumir que había algo indebido. Es lo que sabemos, es lo que nos informó la Comisión para el Mercado Financiero".

También vinculado a este caso y a causa de sus múltiples aristas, el fiscal nacional, Ángel Valencia, encabezó ayer una cumbre con todos los fiscales que llevan a cabo las indagatorias para trazar lineamientos generales, ante las variadas aristas que se han destapado en el escándalo.

La cita se desarrolló en dependencias de la Fiscalía Nacional, en Santiago, y contó con la participación del persecutor regional de Arica, Mario Carrera; la titular de Los Lagos, Carmen Gloria Wittwer; el de Antofagasta, Juan Castro; y la fiscal metropolitana Oriente, Lorena Parra.

Carrera se ocupa de la investigación contra el exfiscal regional Oriente Manuel Guerra, por entregar de información a Hermosilla sobre diligencias de alta connotación. Wittwer tiene a su cargo la causa contra la suspendida magistrada Ángela Vivanco y el fiscal regional de Aysén, Carlos Palma, por presuntos favores entre ambos. Castro se ocupa de las diligencias admistrativas contra Palma. Y Parra se encarga del caso audios en que se acusa a Hermosilla, Leonarda Villalobos, los Sauer y Rodrigo Topelberg de pagar a funcionarios públicos para obtener favores.

La Fiscalía abrió una investigación penal en contra de la jueza del Duodécimo Juzgado de Garantía de Santiago, Graciel Muñoz Tapia, por el presunto delito de falsificación de instrumento público, tras una denuncia presentada por la ONG Quiero Vivir sin Delincuencia y Sin Corrupción, que apunta al hecho de que la hija de Sergio Muñoz, ministro de la Corte Suprema, teletrabajara desde Italia durante la pandemia del covid-19. La organización afirma que se cometió el delito de falsificación de instrumento público, pues las resoluciones de la jueza, en aquel entonces, señalaban a Santiago de Chile como lugar de expedición, pese a que se encontraba en el extranjero. En la denuncia se solicita que se oficie al Duodécimo Juzgado de Garantía de Santiago para que informe todas las audiencias que dirigió Muñoz Tapia desde marzo del 2020 a octubre del 2022.

Gaspar era un hombre alto y corpulento, de sonrisa amable: parecía un gigante bonachón. Gozaba con todo, pero muy especialmente con la cocina. Nada le gustaba más que preparar unos jamones con una receta de su abuela. Grandes, contundentes, rosados, con un sabor a caramelo que difícilmente alguien podía imitar. También sabía mucho de vinos. Como era un gozador, nunca comía ni bebía más de la cuenta. Le parecía una vulgaridad. Uno podía pasar horas escuchándolo, aunque lamentablemente he olvidado casi todas sus historias. Murió hace años y ya no puedo pedirle que me las repita. Sólo me acuerdo de una.

Gaspar trabajaba en Ergon, una gigantesca empresa internacional. Estaba a cargo de la filial chilena. Un día lo convocaron a Suiza, a un encuentro de los gerentes generales de todo el mundo para participar en un curso de varios días. Él tuvo un desempeño aceptable. Ciertamente no fue de los mejores, pero tampoco estuvo entre los últimos.

El sábado en la tarde, al acabar las clases, hubo una ceremonia donde se le entregaron unos diplomas a los tres mejores alumnos. Por supuesto que Gaspar no estaba entre ellos. Discursos, aplausos y el justificado orgullo de los triunfadores. Él no era envidioso, aplaudió con fuerza y luego felicitó a cada uno de ellos.

Después de la ceremonia vino el cóctel. Eso era mejor que cualquier diploma. Aparecieron quesos suizos, vino francés y todo tipo de exquisiteces para comer. Les habían dicho que no habría comida de gala, y estaba muy claro, porque después de todos esos manjares era imposible comer nada. A cada uno de los gerentes lo acompañaba una persona de la compañía. Muy pronto apareció el whisky. Gaspar constató de inmediato que era de muy buena calidad. A la compañía le iba muy bien, y no reparaba en gastos.

Sin embargo, desde un comienzo advirtió que pasaba algo raro: tan pronto tomaba un poco de alcohol su anfitrión se apresuraba a llenarle de nuevo el vaso. Gaspar era un hombre curtido, había crecido en Colchagua, y no necesitaba mucho rato para darse cuenta de que alguien pretendía emborracharlo.

¿Qué hizo? Primero se preocupó de comer bastante queso, de modo de tener las paredes del estómago bien cubiertas de grasa. Al mismo tiempo, con toda discreción, se movió hacia un lugar donde estaba un gran macetero con unas plantas. Cada vez que su acompañante miraba para otro lado, él vertía rápidamente el contenido del vaso entre las flores. Así pasó el rato. Él veía que los demás gerentes se emborrachaban uno tras otro y empezaban a dar un espectáculo lamentable.

Probablemente tú nunca has visto a un chancho borracho, porque no eres de campo. Suele suceder en la época de la vendimia, cuando esos animales comen uvas que ya están fermentadas. Es igual que ver a un hombre borracho: caminan tambaleándose y ponen una cara francamente ridícula. Así se veían sus colegas, y finalmente ese fue el aspecto que ofrecía su anfitrión. A fuerza de querer emborracharlo, terminó él mismo completamente mareado, mientras Gaspar seguía tan tranquilo como al comienzo. Cuando su interlocutor ya no era capaz de mantener una conversación se retiró a su habitación. Se acostó relativamente temprano, porque estaban convocados para la despedida final, a las 9 de la mañana del día siguiente.

Al acabar el desayuno, el presidente de la compañía los citó a un auditorio. Con la cara muy seria les dijo que, en realidad, el curso no había terminado cuando ellos imaginaban, porque la clase y la prueba más importante era el cóctel de la noche anterior.

Les dijo que, si lo más característico del ser humano era su capacidad racional, el hecho de perder la razón por tomar alcohol era indigno un gerente de Ergon. ¿Qué prestigio podrían tener ante sus clientes? Por eso, el verdadero ganador de la prueba era… Gaspar.

Sus colegas se retiraron avergonzados. Un rato después, la plana mayor de la empresa se reunió con él. Le dijeron que eligiera una filial realmente importante para hacerse cargo de ella: Colonia, Atlanta o Roma. Gaspar les dio las gracias y les dijo que elegía Santiago de Chile. Los jefes no podían creer lo que oían, pero respetaron su decisión.

He cambiado los nombres, pero esta historia es tan real como esos magníficos jamones que hacía Gaspar.