La calidad de
Un querido amigo que ha vivido buena parte de su vida en el extranjero insiste siempre en alabar el sistema público de salud de nuestro país. Lo hace con un dejo de ofuscación porque, me dice, fuera de Chile existe la idea de que acá simplemente no existe salud pública y que todo está en manos privadas. Y, claro, mi amigo no puede sino ofuscarse porque, me asegura, la salud pública de Chile es muy superior a la salud pública del país en el que él vive.
Y no sólo eso, afirma, es superior a la de todos los países de América Latina que él conoce y -siempre agrega con algo de autosuficiencia- él los conoce prácticamente a todos.
Yo no estoy en condiciones de hacer esa comparación, pero sí puedo darme cuenta de la calidad de nuestro sistema de salud pública. Sin ir más lejos, el hospital público de Puerto Montt es polo de desarrollo de la neurocirugía para adultos y pediátricos, incluyendo unidades de manejo en tratamiento cerebrovascular y es, además, el único prestador (ningún servicio privado de la región lo tiene) de servicios de cardiología intervencional; es, también, uno de los pocos centros de salud del país que ofrece servicios de neuroradiología y radiología intervencional. En nuestro hospital se han desarrollado intervenciones quirúrgicas inéditas en materia de neurocirugía, cómo la cirugía de parkinson o cirugía base de cráneo, que no se realizan ni siquiera en institutos de neurocirugía más especializados.
Fortaleza
La pandemia puso en valor toda nuestra musculatura y fortaleza institucional en materia sanitaria, e incluso en nuestro Hospital Regional Eduardo Schütz, se realizó un ensayo clínico con laboratorios canadienses y chinos para dotar al mundo de una vacuna para combatir al covid-19. ¡Que orgullo que eso haya ocurrido acá en nuestro sur de Chile, y con nuestros profesionales!
Y la anterior es la atención especializada, pero la atención primaria es igualmente muy buena. Hoy la mayoría de los centros de salud familiar atienden en instalaciones nuevas y están localizados en todas las comunas de la región. Y cualquiera que recurra a ellos puede atestiguar la preocupación con que son atendidas las familias y la prolijidad con que son provistas de medicinas gratuitas. Visto todo esto, es muy difícil no estar de acuerdo con mi amigo: el sistema de salud pública de nuestro país es muy bueno y seguramente no es peor que el de cualquier otro lugar no sólo de América Latina, sino probablemente del mundo.
Además, este sistema nuestro, que como cuenta mi amigo en otros países creen que no existe, es al que recurren principalmente quienes necesitan asistencia médica en nuestro país. La cuarta edición de la encuesta de opinión pública regional que realiza la Fundación Gente del Sur, dada a conocer recientemente, muestra que el 50% de las personas de nuestra región que sufrieron enfermedades respiratorias este invierno y debieron, por ello, requerir de atención médica, lo hicieron exclusivamente en el sector público y un 22% adicional lo hizo en el sector público y en el sector privado.
Sin embargo y no obstante todas las bondades que muestra el sistema, este sigue siendo objeto de constantes críticas.
Tras seguridad pública
En la encuesta de Gente del Sur, el tema de la salud se encuentra en el segundo lugar entre aquellos que la población considera prioritarios y que deben concentrar la atención de las autoridades, superado sólo por la seguridad pública.
Una explicación de esa preocupación la proporciona la misma encuesta a la que he estado haciendo referencia. En ella los encuestados, si bien calificaron positivamente la disponibilidad de horas para la atención y la respuesta a la necesidad que los llevó a recurrir al sistema público de salud, calificaron menos positivamente el tiempo de espera para ser atendidos.
Y hay que aceptar que la encuesta refleja bien la opinión generalizada acerca de ese problema, porque la mayoría de nosotros conoce casos de pacientes en listas de espera que pueden prolongarse por meses y aún por años para ser intervenidos, pero también de casos de personas que han debido esperar horas -algunos incluso días- y muchas veces en pasillos, para ser atendidos en centros de urgencia. Y como se trata de urgencias, no debe extrañar que se conozcan también casos de pacientes que han perdido la vida durante esa angustiosa espera.
Nuestro sistema de salud pública es, así, muy bueno, pero la puerta para acceder a él parece ser muy estrecha.
En lo que toca a las listas de espera, algunos expertos como el senador y médico Juan Luis Castro han señalado que el procedimiento está simplemente colapsado. El problema, desde luego, no es exclusivo de Chile: en todos los países del mundo en que existen servicios de salud pública, éstos experimentan situaciones de saturación que se expresan en largas listas de espera. La posible diferencia con nosotros es que, aquí, el problema mismo, además, está mal administrado, pues son también muchos los casos conocidos de negligencia en su operación: pacientes que son registrados como atendidos después de haber muerto, otros que aparecen como atendidos en las estadísticas sin que lo hayan sido. En lo que toca a la espera en los centros de urgencia, el origen del problema puede ser el mismo del caso anterior, esto es la insuficiencia crónica del servicio frente a una demanda que es creciente debido al incremento de la población -incluida la población inmigrante- y también al hecho que cada vez es mayor el número de personas que recurre a los servicios de urgencia por problemas que antes pensaban que podían atender por sí mismos.
Confianza
Cualesquiera sean las causas de la estrecha puerta de acceso a nuestro sistema público de salud, sin duda se trata de un tema al que se debe buscar solución. Un tema que, como indicó la encuesta de Gente del Sur, debe concentrar la atención de las autoridades. Sobre todo, porque lo que revelan todos los antecedentes que he estado exponiendo, es que, a pesar de sus críticas y reclamos, las chilenas y chilenos y en general todos quienes habitamos en nuestro país tenemos confianza en nuestra salud pública.
Una confianza que se asienta en experiencias como las de innumerables médicos de nuestra región que a lo largo de los años se han destacado por la dedicación y el esfuerzo con que han servido a nuestra población desde el sistema público de salud. Pero todos deben entender, y principalmente los médicos que recién se incorporan al ejercicio de su profesión y las autoridades que serán electas en los próximos comicios comunales y regionales, que esa confianza de nosotros, sus pacientes, trae consigo una gran responsabilidad, la de ellos.
Una responsabilidad que ellos están obligados a honrar. Para que sigamos estando orgullosos, como mi amigo, de nuestro sistema de salud pública.