Redacción

En un temerario y violento asalto perpetrado la noche del viernes, un grupo de al menos 30 delincuentes irrumpió armado en una bodega ubicada en la comuna de Colina, en la Región Metropolitana, maniatando a los guardias de seguridad que custodiaban la empresa, para sustraer cerca de mil teléfonos celulares, avaluados en unos $800 millones, según la Policía de Investigaciones (PDI).

El violento asalto se produjo en un recinto que "presta servicio de bodegaje a diferentes compañías de teléfono", indicó el subcomisario Boris Muñoz, de la Brigada de Robos Oriente de la PDI, a la prensa.

Según el policía los delincuentes interceptaron al jefe de seguridad del lugar, cuando se retiraba en su auto del recinto, y lo intimidaron con armas de fuego "provocándole una serie de lesiones de carácter leve".

Según el funcionario de la PDI, dos sujetos se habrían hecho pasar por Carabineros y sometieron a la víctima a un supuesto control vehicular obligándolo a estacionarse a un lado de la calle.

"Obligan al jefe de seguridad a tomar contacto con los guardias de seguridad del local, para que ellos dieran las facilidades para que estas personas pudieran ingresar", señaló la PDI.

El subcomisario Muñoz relató que la banda de delincuentes e ingresaron a la empresa con dos camiones, los que cargaron con las especies robadas avaluadas aproximadamente en "$800 millones, correspondiente a equipos celulares".

El subcomisario sostuvo además que los guardias fueron intimidados con armas de fuego e inmovilizados para luego conducirlos a una caseta de seguridad, donde los amarraron de pies y manos, mientras que otro de los trabajadores de la bodega, debió indicarle a la banda criminal donde se encontraban las especies.

Los delincuentes desconectaron las cámaras de vigilancia y, tras concretar el robo. No se registraron disparos ni personas lesionadas en el asalto.

La magnitud del robo, que parece haber sido meticulosamente planeado, puso inmediatamente en alerta a la Fiscalía Metropolitana Centro Norte y a la Brigada de Robos de la PDI, quienes llevaron a cabo los primeros peritajes en el lugar investigando el modos operandi de la banda que se dio a la fuga con aproximadamente unos mil equipos celulares.

Turbazo en Maipú

La Policía de Investigaciones (PDI) informó ayer la detención de dos menores de 16 años, acusados de participar en un turbazo en la comuna de Maipú, en la Región Metropolitana.

El robo fue perpetrado el miércoles por un grupo de seis personas que ingresó a una casa intimidando a la familia para luego llevarse celulares un televisor y un automóvil

Precisamente la indagación policial llevó a dar con el vehículo en la comuna de Estación Central, lo que posteriormente permitió la conocer la identidad y el domicilio de los implicados en el robo.

Finalmente, los detenidos fueron puestos a disposición del tribunal, para quedar en internación provisoria. En tanto, la policía busca detener al resto de la banda.

Un hombre 19 años fue detenido en la madrugada de ayer tras protagonizar una colisión con una patrulla de Carabineros en la comuna de Puente Alto, en la Región Metropolitana. El sujeto no portaba licencia de conducir y estaba bajo el consumo de marihuana, cocaína y opio.

El incidente, que pudo haber tenido consecuencias más graves, ocurrió cuando el vehículo policial transitaba por Avenida Gabriela pasadas la 5 de la mañana tras realizar un procedimiento. De manera sorpresiva un automóvil que se encontraba en la misma vía retrocedió a alta velocidad chocando a la patrulla.

Pérdida de conciencia

El impacto generó que se activaran los airbags y los dos carabineros perdieron la conciencia por unos minutos.

Finalmente el conductor del vehículo fue detenido por no portar licencia y tras aplicarle el narcotest dio positivo al consumo de las tres drogas mencionadas.

Personal del Servicio de Atención Médica de Urgencia (Samu) atendió a los funcionarios, quienes fueron llevados al hospital institucional. Están sin riesgo vital.

Vincenzo Viviani, en la biografía de su profesor Galileo Galilei, cuenta que el científico italiano dejó caer dos esferas de diferente masa desde la torre inclinada de Pisa, tratando de demostrar su teoría sobre la aceleración de la gravedad. Ambas esferas tocaron al mismo tiempo al suelo. El experimento dejó la sensación de que no se obtendría el mismo resultado si se arrojase, por ejemplo, una pluma y un martillo, ya que probablemente este último llegaría primero al piso. Esa sensación provenía de la experiencia observable, que conducía a la conclusión que hemos señalado.

Lo anterior nos lleva a afirmar que las teorías que carecen de evidencia empírica se traducen en meros ejercicios de abstracción intelectual, de ingenio e inteligencia, pero sin relevancia práctica. De hecho, mientras mayor sea la distancia entre la teoría y la realidad, menos creíble y confiable será aquella. Al final, nadie defendería una teoría sin aplicación práctica.

Pero si la teoría nos hace sentido, si la percibimos próxima a la realidad, no solo nos interesaremos en ella, y hasta probablemente la asumiremos como una forma de explicar y acercarnos al mundo. Es lo que pareciera pasarnos con la democracia. Y es que si bien el ciudadano medio no es un experto teórico sobre ella, su participación ciudadana y los enormes efectos que ésta tiene le permiten percibir que la teoría democrática se hace cargo de algo de enorme valor y trascendencia para la vida política.

En ese sentido, es relativamente lógico pensar que la vida en democracia nos debería llevar a declararnos y ser cada día más demócratas. Pero la realidad nos demuestra que una de las grandes pruebas de medición de nuestra adhesión a la democracia es aceptar la derrota de nuestros candidatos y de nuestras posiciones. Y aunque aquello parezca una obviedad, en los últimos tiempos tanto en nuestro país como en otras latitudes se observa una preocupante tendencia de ciertas élites a menospreciar la decisión de una mayoría de ciudadanos, que pareciera esconder una aún más preocupante autopercepción redentora y de posesión de la verdad.

Otra manera de medir nuestra adhesión a la democracia pasa por asumir que ésta exige apertura al diálogo y a los acuerdos, no solo cuando se han perdido elecciones, sino que también cuando se han ganado, lo que sin duda resulta más difícil de asumir. Esto es así porque la democracia no puede entenderse como la anulación de la minoría por la mayoría, porque aquello supondría en último término una afrenta a la dignidad de quienes no son parte de dicha mayoría. Ser demócrata supone respetar a los demás, y reconocerles la misma dignidad que nos reconocemos a nosotros mismos. Un autor italiano decía que la consigna central de la democracia es: «Respeta la dignidad del prójimo como la tuya propia». Incluso, cuando el prójimo parece no respetarla o asumimos que no lo hace.

Precisamente, allí está el dilema práctico de la democracia. Esa premisa transversal de la democracia se hace más importante en épocas de elecciones y en la etapa postelectoral: de hecho, ser demócrata "antes" de las elecciones o cuando se gana es más cómodo, pero el sentido propio de la democracia y su mayor exigencia esta dada cuando aparece la "contrariedad" de los resultados.

Por eso, un verdadero demócrata sabe que la democracia no promete nada a ninguna persona, tendencia o partido político, por el contrario, le exige mucho a todos. De ahí que la política sea la política, es decir, un espacio que se escapa, normalmente, en su práctica de las divagaciones y teorías de los analistas -aunque resulten llamativas- y se acerca más al sentido común, a los problemas cotidianos, a las necesidades del día a día y a los límites que nos impone el quehacer diario.

Culpar a la ignorancia del otro por los resultados democráticos que no se comparten o pensar que se va más adelante que la sociedad, no solo no es de un verdadero demócrata, sino bien puede ser visto como un acto de soberbia, el cual limita el diálogo y aturde lo que sigue. Quién pierde como quién gana unas elecciones, debe recordar que la democracia no garantiza la verdad de las opiniones expresadas en las urnas. La mayoría también puede equivocarse. Solo que ser demócrata, en serio, es reconocer, como diría el escritor estadounidense Ralph Waldo Emerson, que "la democracia se basa en la convicción de que existen extraordinarias posibilidades en la gente ordinaria".

*Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes.