Enseñanzas desde Atacama
Carlos Reyes Medel,director , de www.viajealsabor.cl
El desierto apenas humedecido por el aire marino; el sol refrescado por el viento de media tarde, que le aporta un ambiente singular al verano costero de la Región de Atacama. Más si aquella semblanza ocurre en el balneario de Bahía Inglesa, repleto de luz, calidez y algunas de las mejores playas de Chile. Es bajo aquel contexto que desde 2015 un grupo de gestores culturales -en realidad, activistas de la cocina-, a punta de pasión y aupados en la colaboración, han sostenido un evento gastronómico que sabe llamar la atención: el Festival Internacional de Gastronomía Cocinas del Pacífico.
Es una fiesta larga, con siete días de actividades en torno a la comida que lo convierten con holgura en el hito culinario más importante del verano del sabor. Una de sus cualidades consiste en trabajar cada encuentro en clave "balnearia", o sea, sin perder de vista se trata de un sitio para veranear, no para demasiadas discusiones de corte académico o enmarcadas bajo una lógica de sofisticación gourmet.
Se hace en pantalones cortos, polera y chalas (hasta que el viento diga lo contrario), logrando posicionar entre el público con aquella actitud varios hitos: un ciclo de expositores de arte con artistas internacionales (el español Alfonso Borragán); al estar conectado con el mar se expusieron trabajos asociados al consumo y cuidado de las algas, aparte de una serie de clínicas de cocina japonesa, china, coreana y tailandesa. Se realizó el preestreno nacional de la película "Denominación de Origen", ganadora del Premio del Público en el último Festival de Cine de Valdivia; mientras que las comunidades locales presentaron iniciativas ligadas a cocina indígena, costera, el rol del pisco en la región y el emergente Huasco como emblema turístico.
Un contexto variopinto coronado por una feria comercial de productos, a orillas de la playa, con números musicales alternativos -otra cualidad festivalera-, donde se busca proponer más que irse a la segura.
Con pocos recursos, mucho ingenio, y sabiendo involucrar a los invitados en varios de los aspectos de la producción, se ha convertido en un paradigma de la diversidad. Un ejemplo que contrasta con las decenas o a estas alturas centenares de fiestas costumbristas, festivales y otros temas afines que sobreabundan en el panorama regional. Acciones que suelen, con demasiada frecuencia, apegarse a un guión que incluye oferta de cocinería, venta de feria, más un escenario para el show de turno.
Un ideario que, a estas alturas, debiera mirarse al espejo y repensarse a favor de la variedad, de la distinción. Así se podría reconocer de mejor manera y cuando más visitantes hay, los sabores y sobre todo los saberes pasados y presentes de una comunidad. En el norte están algunas de esas coordenadas.