Amenazas de muerte en colegio
Por tres años, ocho profesores de un establecimiento puertovarino han trabajado intimidados, sin que a nadie le importara.
Más que elocuente fue el mensaje que el domingo pasado recibió un profesor del Colegio Germania de Puerto Varas. "Avisen a los profesores antiguos, menos a una colega, que los voy a matar a todos y estoy esperando que me arresten. Son unos inútiles con su búsqueda tonta, quieren que me muestre, lo haré". Ese fue el más reciente de una serie de amenazas de muerte que ocho docentes del establecimiento vienen recepcionando desde el año 2022, sin que el propio colegio, las entidades estatales ligadas a la educación o el Ministerio Público hayan reaccionado oportunamente hasta antes de que fuera hecho público a la comunidad.
En una muestra de que los mecanismos para cautelar la vida de las personas y la seguridad de un establecimiento educacional brillaron por su ausencia por tres años, sólo esta semana, una vez que los profesores revelaron públicamente los antecedentes, el Estado comenzó a actuar. El año 2023, incluso una docente presentó una querella criminal por las amenazas, pero el accionar de la Fiscalía fue nulo y con su omisión, permitió que la intranquilidad de la comunidad educativa fuera creciendo hasta que esta semana los profesores decidieran paralizar sus actividades.
Lo sorprendente es que en otras esferas, la respuesta del Estado es muy diferente a lo que ocurrió acá. Cuando se reciben amenazas de bomba, sin importar el lugar ni los antecedentes previos, se evacua el lugar y se llama a Carabineros para que haga la revisión respectiva. Cuando alguna autoridad recepciona una amenaza de muerte, la Fiscalía y la policía literalmente corren para identificar a los responsables, capturarlos e iniciar el proceso penal correspondiente.
Pero en Puerto Varas, ocho profesores llevan tres años recepcionando amenazas de muerte, han enviado 14 oficios al Ministerio Público y se presentó una querella. Y pese a todas las evidencias acumuladas, no hubo respuesta del ente persecutor, según lo que denunciaron los afectados.
La igualdad ante la ley supone que todas las víctimas, sin importar su condición, merecen atención, sea una autoridad, sea un profesor. Cuesta digerir que por tres años, la Fiscalía haya permanecido indiferente al cúmulo de amenazas. Los docentes y la opinión pública merecen una explicación.