Monseñor Ramón Munita Eyzaguirre: el primer
PERSONAJES. Nacido en Santiago en agosto de 1901, fue nombrado -con apenas 32 años- obispo de la Diócesis de Ancud, labor que realizó entre 1934 y 1939, cuando el Papa Pío XII creó la nueva Diócesis de Puerto Montt y lo nombró en el cargo.
Casi 500 años de historia tiene la Iglesia Católica chilena, desde que el 4 de mayo de 1546 se nombró a su primer sacerdote y vicario, Rodrigo Marmolejo. Quince años después, el Papa Pío IV ordenó erigir la sede obispal de Santiago del Nuevo Extremo.
Chiloé fue de hecho uno de los primeros territorios a los que arribaron los evangelizadores y ya en 1730 los jesuitas construyeron la primera iglesia, Santa María de Achao. Más de 100 años después, en 1840, el Papa Gregorio XVI creó por medio de la bula "Ubi Primum" el Obispado de San Carlos de Ancud, que abarcaba desde el río Cautín hasta el Cabo de Hornos. Fue su primer obispo, Monseñor Justo Donoso, quien asumió el cargo los primeros días de 1845 y a quien le correspondió la creación del Seminario Conciliar.
Casi un siglo más tarde, el domingo 1 de abril de 1934, se realizó la consagración episcopal de Monseñor Ramón Munita Eyzaguirre como el octavo obispo de San Carlos de Ancud. Nació en Santiago el 18 de agosto de 1901, hijo de Ramón Munita Infante y de Elena Eyzaguirre Alcalde. Fue alumno del Instituto de Humanidades y del Colegio de los Sagrados Corazones de la Alameda. En 1920 ingresó al Seminario Pontificio para estudiar teología y filosofía. Finalizados dichos estudios fue ordenado presbítero en la Catedral de Santiago el 5 de abril de 1924.
Durante los siguientes 10 años, Ramón Munita realizó su trabajo apostólico en diversas parroquias de la capital. Su primera destinación fue como vicario cooperador en la Parroquia de "La Asunción", donde además debía realizar tareas de profesor de religión en la escuela fiscal Federico Errázuriz. Asimismo se desempeñó como director del Secretariado por Instrucción Religiosa de las escuelas y director del Patronato de San Isidro. Una vez que en 1928 se fundó la Parroquia "Santo Tomás de Aquino", en el barrio popular de Las Hornillas, el sacerdote fue nombrado su párroco.
Cuando cumplió 32 años fue nombrado por el Papa Pío XI como obispo de la Diócesis de Ancud, el 22 de enero de 1934. Fue consagrado en el templo de la Casa Provincial de las Religiosas del Buen Pastor en Santiago por monseñor José Horacio Campillo, arzobispo de Santiago. El lema que escogió el nuevo miembro del Colegio Apostólico fue "En tu nombre, Señor, echaré la red". El 29 de abril tomó posesión de su Diócesis.
Obispo en Ancud
Tal como lo relata el libro "Puerto Montt, gente noble y laboriosa", escrito por el sacerdote jesuita Eduardo Tampe Maldonado (2008), "al pisar por primera vez tierra chilota comenzaban los duros meses del invierno, pero el nuevo obispo era joven y su corazón henchía de entusiasmo. Fue recibido con aprecio por las autoridades locales y con grandes muestras de cariño por la grey que le testimoniaba su afecto".
Una de sus primeras tareas fue terminar la residencia del obispo y reparar la Iglesia Catedral que se encontraba inconclusa. Para ello formó la "Sociedad de Cooperadores de la Diócesis de Ancud", a través de la cual reunió dinero para dichos proyectos. Durante su gestión, estableció la Acción Católica y creó las parroquias de Puerto Aysén (1934), Río Frío (1936), San Ignacio-Puerto Montt (1938), Frutillar (1939) y Cristo Rey en Puerto Montt (1939).
Entonces, la jurisdicción de su diócesis abarcaba 42 parroquias y 260 capillas en una extensión de 163 mil kilómetros cuadrados. Elaboró un calendario de visitas pastorales y fue el primer obispo en recorrer todo el territorio íntegramente, ya fuera en vapor, bote, tren, a caballo. Visitó cada templo entre Osorno y la provincia de Aysén.
Cumplidos los 5 años de su nombramiento, se dirigió a Roma para cumplir con su visita "Ad Limina Apostolorum" para dar cuenta al Santo Padre del estado de su diócesis, cuando recibió por cable la noticia de su traslado a la nueva diócesis de Puerto Montt, que recientemente había sido creada por el Papa Pío XII el 1 de abril de 1939.
Traslado a Puerto Montt
El 14 de mayo de 1940, monseñor Ramón Munita tomó posesión de su nueva diócesis como el primer obispo de Puerto Montt. "La recepción fue magnífica -escribe el padre Eduardo Tampe-; se conocía su extraordinario espíritu misionero, que le permitía llegar hasta los últimos poblados para visitar a sus feligreses. En cuanto asumió se esforzó por tener una digna Catedral, disponiendo del antiguo templo parroquial para tal efecto. No sólo edificó la Catedral, sino que ubicó una capilla dedicada a San Francisco de Sales".
En este período se consolidó en Puerto Montt la escuela parroquial "Arriarán Barros".
En febrero de 1950 fue recibido en Roma por el Papa Pío XII para dar cuenta del estado de la primera diócesis que el Santo Padre había creado al asumir el gobierno de la Iglesia. En 19 años como obispo, monseñor Munita creó las parroquias de Los Muermos, Llanquihue y Tegualda. Asimismo, impulsó la llegada de las religiosas "Franciscanas Misioneras", "Hijas de la Divina Providencia", "Caridad del Sagrado Corazón" y "Siervas del Espíritu Santo", que bregaron por la educación.
Según describe Eduardo Tampe, tanto como obispo de Ancud como de Puerto Montt ejerció el "Apostolado de la Pluma", ya sea escribiendo Cartas Pastorales dirigidas al clero y fieles o en los periódicos "La Cruz del Sur" (Ancud) y "El Llanquihue", en cuyas páginas se refería a acontecimientos de interés que había observado en los lugares que visitaba. Fue también mediante su intercesión que la Santa Sede decidió crear la Diócesis de Osorno el 15 de noviembre de 1955.
Su último apostolado
Tras 20 años como obispo en el sur, el 23 de noviembre de 1957 debió despedirse para asumir una nueva misión como obispo de la Diócesis de San Felipe. Tras superar un grave accidente que lo mantuvo en recuperación durante 5 meses, en 1962 participó de la inauguración del Concilio Vaticano II, convocado por el Papa Juan XXIII. Mientras se encontraba en Roma decidió presentar su renuncia al Santo Padre, debido a problemas de salud. El Papa lo trasladó a la sede titular de Maximiana en Numidia (sede apostólica católica romana), el 23 de abril de 1963. Posteriormente, se radicó en Santiago. En 1970 optó al título de "Obispo dimisionario de Puerto Montt".
Un artículo publicado en El Mercurio el 3 de julio de 1992 relata cómo fueron sus últimos años. "Radicado en Santiago durante 30 años, estaba siempre incondicionalmente dispuesto a ayudar a cuantos requiriesen sus cuidados. Era conocida su infinita caridad cristiana, su buen criterio, la claridad de sus conceptos, la afabilidad de su trato, sus doctas orientaciones y consejos certeros. Por ello, a él acudían muchas almas en busca de paz y sosiego. Su teléfono estaba siempre dispuesto a atender a personas angustiadas y era frecuente que los buscasen para auxiliar a enfermos terminales".
"(…) Fue el alma de muchas obras: instituyó la Pastoral Hospitalaria; dirigió hasta su muerte, reuniendo en su hogar, a los sacerdotes Hijos de San Francisco de Sales; dio vida a reuniones mensuales en que congregaba a un grupo de damas bajo el título de "Amistades Salesianas"; perteneció al Apostolado de la Instrucción; dirigía grupos de señoras jóvenes que serían posteriormente hijas de San Francisco de Sales (…); formó una sociedad para ir en ayuda de sacerdotes ancianos, y preocupado por la suerte de estos obtuvo de la Congregación Hermanitas de los Pobres la adecuación de algunos dormitorios independientes en que pudiesen pasar sus últimos días".
Además publicó varios volúmenes, sobre orientación vocacional destinado a jóvenes y niñas que se sienten llamados a la vida religiosa; otro con testimonios de personas que a través de su actividad dan testimonio de la fe cristiana; además publicó un libro llamado "Imitación de Cristo y Enseñanzas de S.S. Juan Pablo II". Finalmente, casi al término de sus días publicó sus memorias en dos volúmenes "en que fluyen pasajes de su larga, fructífera y anecdótica vida".
El 18 de junio de 1992, mientras la Iglesia Católica celebraba la festividad de Corpus Christi, Ramón Munita falleció en Santiago, a la edad de 91 años. Años más tarde se descubrieron tres criptas vacías que había dejado construidas el propio obispo Munita. El padre Leandro Serna contó que "nadie sabía que había dejado preparada su cripta", pues su deseo era descansar en Puerto Montt. Se le trasladó de manera póstuma, donde a partir del 5 de noviembre de 2016, tras una solemne eucaristía que presidió el arzobispo Cristian Caro Cordero, sus restos fueron sepultados en la iglesia Catedral.